El General José Antonio
Páez,
Litografia de 1858 de Francois D´Avignon |
El General José Antonio Páez falleció en Nueva York
el 6 de mayo de 1873, cuando contaba con 83 años de edad. Su muerte se produjo
a las siete y veinticinco de la mañana, en una modesta casa marcada con nro. 42
de la calle 20 este, Asistido por el Médico A.K Gardner, muere a causa una
bronconeumonía, resultado de un fuerte resfriado, probablemente adquirido en
los paseos a caballo que acostumbraba a realizar por Central Park en las semanas previas a su
fallecimiento, debido al frio clima Neoyorkino.
Fue el más longevo de todos los próceres de nuestra
independencia y como tal quien más actividad militar y política desarrollo.
Para el momento de fallecer, estaban a su lado, su
hijo Ramón Páez Ricaurte y muchos emigrados políticos como él, la mayoría
cubanos, que le amaron y le respetaron en vida, recordando la excelente
disposición que mantuvo Páez, de obedecer la escogencia que de él hizo
el Libertador Simón Bolívar, para conducir y mandar una expedición a
Cuba, con miras a consolidar la independencia de esa isla caribeña y quisieron
tributarle en sus últimos momentos una prueba de ese amor y ese respeto que por tantos títulos era acreedor el anciano General venezolano.
En
la prensa americana de ese día 6 de mayo, aparece lo siguiente: “…Murió
pobre, emigrado de su país natal, del suelo que libertó con su pujante lanza,
con el fuego de su corazón y con la energía de su espíritu ardiente como el sol
que baña los inmensos llanos que fueron la cuna de este ilustre campeón de la independencia americana; como si la
Providencia hubiese querido recibirle en su seno maternal, en los momentos de
su muerte, en la misma condición humilde y sencilla en que le dio el soplo de
vida en la ignota y pobre villa de Araure…”
Había muerto casi en la miseria y en sus últimos
años se le veía llevar una vieja ropa para ser remendada. Su cadáver fue
embalsamado gratuitamente por el médico cubano Federico Gálvez.
Su cadáver sería sepultado en una parcela municipal
del Marble Cementery por no contar con dinero suficiente para adquirir una
privada. Alli permaneció durante 15 años y estuvo a punto de ser colocado en
una fosa común por cuanto no había dejado bienes de fortuna a sus familiares
para que estos cubriesen los gastos de un sepulcro digno y privado
Tomas Michelena en su obra Resumen de la vida Militar y Política del Ciudadano
Esclarecido General José Antonio Páez
(Tipografía El Cojo, 1899) describe el hecho de la siguiente manersa: “… ayer
por la mañana a las 10, los amigos personales del muerto, inclusive los
doloridos, se reunieron en la última morada
de la Calle 20 del Este, para dar la
última visita a sus restos. - A
las diez y cuarto salió el féretro entre las lágrimas de los dolientes, y fue
colocado en un sencillo carruaje tirado por dos caballos. Sobre el féretro
había dos banderas americanas, una de las cuales hecha de seda y terciopelo y
hermosamente bordada en plata y oro, había sido presentada por el propio
General Páez al Mayor A.E. P. Green quien comandaba la tropa que escoltó al caudillo al buque que lo llevó a Venezuela, en la
primera partida de esta ciudad a su Patria… …El carruaje y el acompañamiento
compuesto de una docena de coches, llegaron a la Iglesia Católica
Romana de San Esteban (sic) a las diez y media de la mañana. Ya a esta
hora estaba llena la hermosa iglesia por todas partes. El féretro fue llevado
al pie del presbítero y colocado sobre unas andas a cuyos lados había seis candelabros
con velas encendidas. Sobre el ataúd había cuatro guirnaldas de flores,
mientras a la cabeza y pies estaban colocados en posición recta dos cruces de
flores siemprevivas…”
“…Posteriormente fue llevado al Marbel Cementery y
depositados temporalmente en una bóveda a la espera que el Gobierno y el pueblo
de Venezuela reclamaran los restos de aquel patriota para ser sepultados con
honores militares…”
General General José Antonio Páez
Foto de Federico Lessman, Col. Museo
Bolivariano Caracas
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Fue solamente en 1888 cuando Páez
regresó a su patria, durante el gobierno del General Hermógenes López. Los
actos que entonces se organizaron para llevar sus restos al Panteón se
intitularon “La Apoteosis del General Páez”. Su cadáver había estado fuera de
su tierra natal durante quince años.
Trascurre el día 7 de abril de
1888, cuando en horas del mediodía, el Fortín El Vigía del puerto de la Ciudad
Histórica La Guaira, con repiques de campaña y con su conocido código de
señales anunciaba que había “fragata americana a la vista”, lo que produjo una
gran excitación entre el pueblo del puerto que esperaba el arribo de dicho
navío. La fragata extranjera era el “Pensacola”, que había salido de Nueva York
con los restos del ilustre venezolano el día 24 de marzo, después de haber
permanecido cuatro días en capilla ardiente las cenizas del héroe, recibiendo
los más grandes honores del pueblo del pueblo norteamericano.
Exequias militares rendidas a José Antonio Páez
(Foto. Fundación Jhon Boulton)
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Honores en capilla ardiente en Nueva York en 1888 |
Fue impresionante el desfile por la Quita Avenida
hasta llegar al embarcadero donde acudió el pueblo en masa a darle el último
adiós.
Procesión de los restos de José Antonio Páez por la 5ta. Avenida de Nueva York
(Foto. Fundación Jhon Boulton)
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Cortejo fúnebre rumbo al embarcadero
(Foto El Cojo Ilustrado 1896)
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Llegada del carro fúnebre al
embarcadero de Nueva York.
(Foto Fundación Jhon Boulton)
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Embarque de los restos de
José Antonio Páez a la Fragata Americana Pensacola
(Foto El Cojo Ilustrado
1896)
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A las dos de la tarde atracó el buque de guerra en
la rada del puerto de La Guaira, e inmediatamente todos los buques anclados en
el puerto izaron las banderas a media asta, lo mismo hicieron los dueños de los
edificios públicos y casa particulares.
Como era día sábado, las autoridades decidieron que
el desembarco de los restos fuese el lunes siguiente, o sea el 9 de abril de
1888.
Ese día escogido, a las nueve y quince de la mañana,
se desprendió de la fragata una falúa pintada de negro y con el tricolor patrio
adornado de un crespón negro, en donde fueron colocados los restos mortales del
héroe. Enseguida, el General Carlos Ferrero, con precisión y gran lucimiento
inició la marcha naval hacia los muelles, haciendo escolta de honor a la falúa
en la cual venían los restos del General Páez, todos los botes y lanchas que se
encontraban fondeadas, siempre con las banderas a media asta. En varias lanchas
venían unos marinos de la fragata “Pensacola”, quienes al desembarcar rindieron
honores en correctas formación. En el momento del desembarco, la fragata hizo
una salva de despedida de 21 cañonazos.
Los pilares del muelle habían sido vestidos con tela
blanca, artísticamente cruzadas con cinta negra, sosteniendo 36 trofeos
formados por las banderas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia. En el
centro de cada trofeo iba un escudo orlado de laureles, donde se grabó el
nombre de alguna batalla de nuestra independencia en la que hubo combatido
Páez.
El techo que cubría el muelle estaba cubierto de
bambalinas con los colores nacionales, completándose así adorno del sitio de
llegada. Para mayor realce del acto, el piso del muelle había sido enarenado
convenientemente y se colocaron alfombras en el centro del mismo.
Al
atracar la falúa con los restos de nuestro héroe, toda aquella inmensa multitud
que esperaba en silencio, se descubrió respetuosamente y sombrero en mano
permaneció hasta que los restos del General José Antonio Páez fueron colocados
en un vagón del ferrocarril, que había sido acondicionado para dicho evento.
Enseguida, el General Jacinto Regino Pachano en emocionado discurso hizo
entrega de tan preciosa reliquia a la Directiva de La Guaira encargada de
recibirla. También manifestó su agradecimiento al Gobierno y al pueblo de los
Estados Unidos de Norteamérica por los actos celebrados en Nueva York, y que él
había tenido la oportunidad de presenciar. El General Juan Bautista Arismendi,
tomó la palabra para decir entre otras cosas: “En nombre de la Junta Directiva
que tengo el honor de presidir, recibo las gloriosas cenizas del héroe de
nuestra independencia que fatigó a la historia con sus hazañas y cuyos sacros
restos la Patria espera para colocarlo en el templo de la inmortalidad, al lado
del gran Bolívar y sus otros compañeros de gloria. Allí reposarán esas
reliquias veneradas y servirán de estímulo a las generaciones venideras cuando
se trate de la honra de la Patria…”.
Junto con la multitud había un grupo de señoritas, quienes vestían
trajes similares a los usados en la época romana, y que representaban a las
naciones bolivarianas. Al lado de cada una de ellas, se había colocado un
general venezolano, portando la bandera de cada una de esas naciones hermanas,
excepto la venezolana que la llevaba el Cónsul de los Estados Unidos de
Norteamérica, señor Winfild S. Bird, como homenaje al país que había recibido con
fraterno cariño a nuestro destacado venezolano fallecido.
Las banderas bolivarianas las portaban los generales Tito Alfaro,
Alfredo Sarría, José García y Esteban Aranda. Las banderas de los Estados
Unidos la sostenía el General Juan Bautista Arismendi, quien presidía la Junta
Directiva de la Comisión por La Guayra. Una banda marcial ejecutó el Himno de
Venezuela mientras toda la oficialidad y tropa se cuadraba. Luego fue ejecutado
el Himno de los Estados Unidos.
El
desfile desde los muelles hasta el vagón del ferrocarril se organizó así: a la
izquierda los soldados venezolanos y a la derecha la tropa norteamericana
formada por marinos. En medio de estas dos columnas y detrás del féretro venían
los familiares de Páez; la comisión venezolana y el comité de Nueva York,
encargados de la repatriación de los restos del héroe; el comandante de la
fragata, Capitán Arthur R Yates y el Segundo Comandante, W. Reisinger; la
oficialidad de la nave norteamericana; los prominentes jóvenes del litoral; Miguel
Castillo Rivas, César García Monjuí, Juan Francisco Hernandez, Luis Castillo
Rivas, Carlos Hellmund, Froilan Monteverde, Ramón de Lergórburu, Enrique
Abadíe, Martín Anderson, Enrique Olaizola, Prudencio Gutierrez, Pedro Dominguez
Gil, Lorenzo Badillo, Porfirio Tamayo, Pedro Díaz Otero, Ramón S. Gosling,
Heriberto García Monjúi, Juan Guerra Ciasneros y Manuel Badillo. La Junta
Directiva de La Guayra hizo entrega de un bello ramo de flores para ser
colocado sobre los restos mortales.
Honores militares rendidos a Páez frente a la Casa de la Aduana en La Guayra
(Foto Fundación Jhon Boulton)
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Cuando el vagón del ferrocarril terminó de llegar a
la estación situada frente a la casa de la Aduana, hoy casa Guipuzcoana, los
marinos de la fragata y tropa venezolana, presentaros armas de frente, mientras
que un grupo de hermosas damas del litoral lanzaban una lluvia de flores desde
la casa de la Aduana.
La
Junta Directiva de La Guayra, presidida por el General Juan Bautista Arismendi,
procedió a colocar sobre el féretro situado en el vagón especial, las insignias
y objetos siguientes: Charreteras de General en Jefe, el bastón de mando, el
sombrero y la magnífica espada que perteneciera al General Juan Bautista
Arismendi; la barra de oro que fue del General Miranda; una hermosa bandera
venezolana de seda y una preciosa corona de inmortales entretejida por un tul
negro con flecos de plata y sujeto con un gran lazo tricolor, también le fue
ofrendada la bandera de los Estados Unidos que vino cubriendo la urna desde
Nueva York.
La
señoritas que representaban las naciones bolivarianas, tomaron cada una uno de
los cordones de seda con borlas de oro de la urna que contenía los restos,
mientras que la otra mano llevaban cestas colmadas de flores para regalarlas al
paso. Estas señoritas eran: Luisa Aurora Arismendi, nieta de Luisa Cáceres de
Arismendi; Dolores Arismendi, prima hermana de la anterior; María Teresa Smith,
bisnieta del prócer Guillermo Smith; Isabel Golding, bisnieta del Almirante
Luís Brión; y Marta Teresa García, nieta del Capitán de Navío Jose María
García. Representó a los Estados Unidos, la señorita Ana Teresa Arismendi
también nieta de Luisa Cáceres de Arismendi y del General Juan Bautista
Arismendi.
En
horas del mediodía se ofreció un banquete en la Casa Guipuzcoana al Comandante
y oficialidad de la nave “Pensacola”, entregándosele como recuerdo, una hermosa
bandera venezolana. Mientras tanto, seguía llegando gente del pueblo a la
estación del tren para darle el último adiós al General Páez. A las tres de la
tarde partió el tren hacia Caracas, adonde eran conducidos para que reposaran
para siempre en el altar de la Patria.
Jóvenes de Caracas vestidos con el uniforme de los Husares de Páez a la espera para el traslado de las cenizas del General José Antonio Páez al Panteón Nacional |
José Antonio Páez
Foto anónima, 1863 |
Epitafio del
General José Antonio Páez, publicado en año 1888 en el Cojo Ilustrado
-Velásquez,
Ramón J. (1988). Los pasos de los héroes. Edición Especial Homenaje del IPASME
al Autor. Caracas – Venezuela. ISBN 980-6122-01-1.
-Romero
Martínez, Vinicio (1987). Mis mejores amigos, 110 biografías de venezolanos
ilustres. Editorial Larense, C. A. Caracas-Venezuela. ISBN 980-211-120-1.
-Corpoven
(1989). Un mito: se llamaba Páez, se llamaba Apure en: Venezuela Tierra Mágica.
Ediciones de Corpoven, S. A. Caracas – Venezuela.. ISBN 980-259-299-4.
-Arrechea
Rodríguez, Elio (1977). Próceres y batallas de la independencia en la América
bolivariana. Cardenal Ediciones, S.A. Caracas – Venezuela. ISBN 84-399-8594-0.
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Vaz, Carlos (1973). Páez y Argentina. Ediciones de la Presidencia de la
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Caracas - Venezuela. 334p..
cita de
artículo
-Ojeda,Carlos
José "José Antonio Páez Herrera de
Mendoza Xaimes de Aguero y El Correcto Nombre de Nuestros Próceres de
Independencia". Edición del diario Ultima Hora, del 13 de Junio de 2001. Editorial:
Diario Ultima Hora, Acarigua, Portuguesa - Venezuela, 4 p, Cuerpo de Opinión
del Cronista del Municipio Páez, del Estado Portuguesa.
Excelente compilación de la historia de nuestro Lancero de América, gracias por ello!!!!
ResponderBorrarGracias Raisa por comentar
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