Sebastián
Francisco de Miranda, también conocido como el Generalísimo, fue un hombre
adelantado a su tiempo, con una gran visión de la posteridad de los pueblos de
América Latina. Fue el primer visionario que entendió que América Latina, tenía
que ser un solo pueblo, un solo país, aun cuando el concepto geográfico,
político, económico, vivencial y emocional aún no existía. Sin embargo debía
ser concebido, para de esta manera poder enfrentar con la revolución los
embates colonialistas de aquel entonces y del futuro presente
Monumento
a Miranda en la Vela de Coro, estado Falcón |
A este Precursor de la Independencia de
Venezuela e Hispanoamérica, se le ha reconocido mundialmente como "el
primer criollo universal". Participó en los 3 acontecimientos magnos de su
momento histórico: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución
Francesa y la lucha por la libertad de Hispanoamérica. Visionó un concepto de
América como unidad, bautizándola con el nombre de Colombia, o Colombeia.
Continente que, según su ideal, abarcaba desde el Río Mississipí al cabo de
Hornos.
CONTEXTO HISTÓRICO
En plena era colonial, la población bullía dividida
desde muchos puntos de vista, no sólo el racial, sino hasta por la procedencia.
Así entre los blancos los había peninsulares, blancos criollos y blancos
"de orilla". Los peninsulares eran los nativos de la península
Ibérica, ellos orgullosos y vanidosos, se creían blancos puros nada más que por
razones de ubicación geográfica, siendo la realidad que los españoles eran y
son un pueblo mestizo, crisol mezcla de muchísimas sangres decantado a lo largo
de no mucho tiempo. Eso sí, enemigos del trabajo.
Los blancos criollos eran los hijos de los
peninsulares nacidos en nuestra América y aunque el régimen colonial no les
permitía acceder a grandes cargos políticos (que se reservaban para los
peninsulares), eran ricos pues heredaron de sus padres el fruto de la explotación
inmisericorde de la riqueza de América y entre nosotros de la explotación
agrícola con los indígenas y los negros actuando como esclavos en el cultivo
del cacao, café, añil y otros productos. Como era de esperarse, tampoco los
criollos eran afectos al trabajo, pues las herencias de sus padres les libraban
de tal necesidad. Es más, consideraban la riqueza proveniente del trabajo como
algo deshonroso, algo que necesitaban quienes no tenían estirpe.
Los blancos "de orilla" eran los canarios
provenientes, como su nombre lo indica, del archipiélago africano de Las
Canarias. Eran tratados como gentes de segunda categoría y, por haber venido
después de la dominación de nuestro país, carecían de los "títulos
nobiliarios" obtenidos durante la dominación de América, por tanto, no
tenían nada qué heredar, por lo que debían trabajar, lo que permitió a muchos
de ellos llegar a la abundancia.
Bajo este contexto político y social, nació
Francisco de Miranda en Caracas, el 28 de marzo de
1750. Sus padres fueron Sebastián de Miranda Ravelo, un comerciante proveniente
de las Islas Canarias, y Francisca Antonia Rodríguez de Espinoza,
caraqueña. A los doce años inicia estudios en la "Clase de
Menores" de la Universidad de Caracas. Desde 1764 a 1766 cursó la
"Clase de Mayores", profundizando sus conocimientos, obteniendo
el título de Bachiller en 1767.
Un
acontecimiento que marcaria la vida del joven Francisco, lo fue sin duda
alguna, la actitud asumida por la oligarquia mantuana; sobre su señor padre y
su familia, actos de discriminación al efectuarse el nombramiento
de Don Sebastián como Capitán de una Compañía de "blancos isleños" en
1764, esto produjo un fuerte rechazo de la sociedad "mantuana",
expresión del conflicto que enfrentaba a los “blancos españoles y a los
"blancos criollos", preámbulo de la lucha de Independencia
Hispanoamericana.
Ante tal
circunstancia, decide en 1771 marcharse a España para servir al Rey y para
completar sus estudios. Ingresó al ejército donde obtuvo el grado de Capitán
del Regimiento de Infantería de la Princesa. Prestó servicios en el
Norte de África, sobresaliendo por su talento y coraje en la guerra contra los
moros. Tenía increíble facilidad para aprender idiomas. Logró hablar
fluidamente el francés, ingles y alemán. En 1780 fue enviado a la guarnición de
Cuba, como ayudante del Coronel Cajigal, destacando rápidamente por su
capacidad. Pero la envidia y las intrigas de algunos oficiales españoles le
hicieron caer en desgracia, quienes le acusaron de conspirar contra la Corona
de España.
Fue
llevado a la cárcel, de la que salió por los buenos oficios de su amigo el
Coronel Cajigal. De la Habana emigró a los Estados Unidos, donde participa en la Guerra de la Independencia, comandando tropas
españolas para aplacar a insurrectos estadounidenses en La Florida y
Mississippi. En ese país conoció, entre otros, a George Washington, Thomas
Paine, Alexander Hamilton y Thomas Jefferson.
En 1791, Miranda tomó parte activa en la
Revolución Francesa. En París, se hizo amigo de los girondistas Jacques Pierre
Brissot y Jérôme Pétion de Villeneuve, y sirvió brevemente como general en la
una sección del Ejército revolucionario francés que lucho en la campaña de 1792 para
conquistar los Países Bajos llegando al grado de Mariscal de Francia, bajo el
mando de Charles François Dumouriez. Arrestado varias veces durante el
reinado del terror, Miranda fue amenazado con ser deportado después una medida
del Directorio de la Dinastía Borbón y los Girondistas. A pesar de todo, su
nombre permanece grabado en el Arco de Triunfo de París que fue construido
durante el Primer Imperio Francés. Miranda tenía un hogar en Londres,
donde Compartió su vida con su ama de llaves y eterna
compañera, la inglesa Sarah Andrews, con quien tuvo 2 hijos: Leandro, nacido en 1803 y Francisco nacido en 1805.
En
1805, hace sus preparativos para marcharse. Redacta su testamento, nombrando
por albaceas a sus amigos John Turnbull y Nicolás Vansittart. Ordena que su
archivo Colombeia sea trasladado a Caracas, lega sus clásicos griegos y latinos
a la Universidad de Caracas y sus demás bienes situados en Caracas, Londres y
París a sus hermanas y sobrinos, para que sean aplicados a la educación de su
hijo Leandro, y para su mujer Sarah Andrews.
En
1806, viajó a Los Estados Unidos en busca de ayuda para su expedición militar
emancipadora a Venezuela. Con una
tripulación abigarrada, formada por vagos y maleantes de los muelles de Nueva
York, norteamericanos, austríacos, franceses, polacos, etc., sale Miranda el 2
de febrero de 1806. Diecisiete días más tarde llega a Jacmel, Haití. Aquí, a
bordo del bergantín Leandro, Leander (en honor a su hijo Leandro), Miranda
enarbola por primera vez la bandera venezolana: amarillo, azul y rojo. Hace que
todos aquellos «soldados» juren fidelidad a esa bandera y al libre pueblo de
Sudamérica. Era el 12 de marzo de 1806. Sigue hacia las costas venezolanas, con
dos goletas fletadas, la Bachus y la Bee, para desembarcar en Ocumare, pero
cuando están cerca son rechazados por el fuego de guardacostas, porque las
autoridades venezolanas estaban avisadas.
Aunque los expedicionarios responden al fuego, las
goletas son apresadas. El Leandro logra escapar y va a Trinidad después de
hacer escalas en Grenada y Barbados.
Diez de los prisioneros serán ahorcados el 21 de
julio de ese mismo año. Los demás sufrirán prisión por más de diez años. Uno de
los ahorcados y descuartizados fue el impresor norteamericano Miles L. Hall (o
Hale), quien por tal razón ha sido considerado como «el primer mártir de la
imprenta en Venezuela». Miranda no se da por vencido. Ahora está en la isla de
Bonaire, donde convoca, a bordo del Leandro, una Junta de Guerra, el 3 de mayo,
y decide llegar hasta Trinidad para reorganizarse y reforzar la expedición. En
alta mar son interceptados por la corbeta inglesa «Lily» que conduce el Capitán
Donald Carmpbell. Miranda es reconocido por su alto prestigio y se le facilitan
víveres. Sigue hasta Granada. El 7 de junio desembarcan en Barbados, donde el
Almirante Alejandro Cochrane le ofrece el apoyo de las Fuerzas Navales de
Inglaterra.
Con el Leandro, una goleta y dos buques de guerra,
llega Miranda a Trinidad, el 23 de junio. Allí recibe ayuda de Hislop,
Gobernador de la isla. Ahora la expedición ha crecido: la forman el Leandro, la
Express, la Attentive, la Provost, la Lily, tres cañoneras y tres buques de transporte.
Zarpan Miranda viaja en la Lily con el Capitán Campbell, que comanda los siete
buques de guerra ingleses. Ya frente a las costas de Coro, el 1 de agosto, la
fragata inglesa Bacchante se agrega a la flota.
Los 11 buques de la escuadra, con sus 300 hombres
de desembarco, están ahora fondeados frente a La Vela de Coro. En la madrugada
del 3 de agosto de 1806 mientras los buques descargaban su artillería, se
precipitaban a tierra Miranda y sus hombres. ¡Hacía 35 años que no pisaba su
tierra venezolana! y ese mismo día, al tomar el Fortín de La Vela, colocan en
lo alto el Pabellón tricolor. ¡Por primera vez flameaba nuestra Bandera en el
territorio nacional! Por la noche, después de asegurarse que La Vela está bien
protegida, marcha Miranda con su Ejército a tomar a Coro.
Al
llegar a esta ciudad la encuentra prácticamente desierta. La propaganda contra
Miranda ha surtido efecto. Sobre todo la del Obispo de Mérida, Santiago
Hernández Milanés, que lo pinta como ateo, monstruo, traidor, enemigo de Dios y
del Rey. Tanto en La Vela como en Coro, el protolíder va con sus Proclamas por
delante. Riega las calles de papeles. El pueblo, fuertemente influido por la
prédica de la iglesia y por el santo temor al Rey, le dio la espalda a Miranda.
Entonces, prudentemente, ordena la retirada de las tropas a La Vela, y de allí
va hacia Aruba, Granada, Barbados y por último a Trinidad, donde se detiene
casi un año, con la esperanza siempre viva de recibir nuevos auxilios de
Inglaterra. Al no tener respuestas, se va a Londres, donde llega el 1 de enero
de 1807, donde continúa haciendo propaganda a favor de la independencia a
través de su correspondencia personal y del periódico que ha fundado ese
propósito “El Colombiano”.
Esos días se entretiene un rato con su mujer Sara
Andrews y sus dos hijos. Por lo pronto, hay que dejar las cosas como están.
En realidad, no se puede hablar de fracaso. Miranda
no descansará, seguirá haciendo que la balanza europea no española se incline a
favor de la revolución hispanoamericana. En ese tesonero esfuerzo habrán de
encontrarlo Bolívar, López Méndez y Bello, en 1810, dado ya el golpe caraqueño.
Empieza otro capítulo. En 19 de Julio de 1810, conoció a SIMON BOLIVAR,
con quien tuvo largas tertulias en la Logia “Gran Reunión Americana”. Invito el
joven caraqueño. El 10 de Octubre de 1810, enrumbar hacia la Guaira a borde del
velero “AVON”.
Bolívar, durante su permanencia en Londres, se
empeña en que Miranda vaya a Caracas. Se necesita de su experiencia. Logra
entusiasmarlo el futuro Libertador y Miranda se va detrás de los diplomáticos.
Se aloja en Caracas en la casa de Simón Bolívar. Participa en la Sociedad
Patriótica y luego en el Congreso. Cuando se declara la Independencia, el 5 de
Julio de 1811, ya Miranda es la figura central en el ambiente político.
Comenzó
muy pronto la reacción realista. Fracasa el Marqués del Toro y nombran
Generalísimo a Francisco de Miranda, quien de inmediato se hace cargo del
ejército. Las tropas no son lo suficientemente disciplinadas como para
satisfacer a quien, veterano soldado, ha mandado ejércitos de 100 mil hombres
en Francia. Monteverde avanza captando simpatía entre la gente del pueblo. Todo
conspira en contra de los patriotas. Un oficial entrega el Castillo de Puerto
Cabello. El Comandante de la Plaza es Bolívar. Hay deserciones en el ejército
patriota, levantamiento de esclavos en Barlovento, ante estos hechos críticos,
El viejo militar prepara la Capitulación con Monteverde, sin consultar a nadie
pero es violada por Monteverde poco después. Así se perdió la Primera República.
Ahora empieza el calvario de Miranda. Decide
embarcarse en La Guaira, donde varios oficiales patriotas, entre ellos Bolívar,
se le presentan para juzgarle por lo que consideran una traición. Miranda se ve
perdido. Los oficiales pretenden someterlo a un Consejo de Guerra. Pero la
traición llegó primero. Y el propio Comandante de La Guaira (31 de julio de
1812) ahora está al servicio de los realistas y le impide salir en el barco.
Miranda queda arrestado y los demás oficiales logran escapar.
Miranda
fue arrestado por un grupo de civiles y militares, entre ellos Simón Bolívar,
quienes le reprochaban haber dado ciertas concesiones a los realistas. Fue
encarcelado en San Carlos. Después los realistas se apoderaron de Miranda. De
allí fue enviado al Castillo de San Felipe, en Puerto Cabello. En junio del
mismo año es trasladado a una fortaleza en Puerto Rico (El Morro) y, en 1813,
es enviado a España, encarcelándolo en el arsenal de La Carraca, cerca de
Cádiz, donde fallece el 14 de julio de 1816.
Miranda en La Carraca, Arturo Michelena;
Últimos días de Miranda en prisión, cuadro historicista de 1896: Óleo sobre
tela – 196,6 x 245,5 cm. Galería de Arte Nacional, Caracas, Venezuela).
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Su
nombre pasó a la inmortalidad, como el insigne Precursor de la Independencia de
Venezuela y Padre de la Masonería Latinoamericana.
Hasta
el día de hoy, es imposible el reconocimiento de sus restos, ya que al morir
fue enterrado en una fosa común en el cementerio del Arsenal de la Carraca y
sus restos quedaron perdidos. Mientras tanto, se le es dedicado un cenotafio en
el Panteón Nacional de Venezuela, donde también están los de Antonio José de
Sucre y Andrés Bello. El monumento, diseñado por el escultor italiano Julio
Roversi, está coronado con una escultura del general sobre un pequeño pedestal
donde hay una placa en donde se dan las fechas y lugares de nacimiento y
muerte. Éste está sobre un mausoleo simbólico decorado con motivos funerarios y
con las puertas abiertas. Frente a él hay una sarcófago cuya tapa aparece
siendo abierta por un águila, simbolo de poder , la cual es custodiada por una
alegoría de la libertad. Debajo de ella hay una placa en donde se lee el
siguiente epitafio respecto al paraje de sus restos:
Venezuela
llora por el dolor de no haber podido hallar los restos del General Miranda,
que han quedado perdidos en la huesa común de la prisión en que espiró este
gran mártir de la libertad americana. La República los guardaría con todo el
honor que les es debido en este sitio que les ha sido destinado por Decreto del
Presidente de ella General Joaquín Crespo, fechado el 22 de enero de 1895.
Las
puertas y la tumba parcialmente abierta simbolizan la esperanza de Venezuela de
encontrar los restos del prócer, aguardando su llegada. El ideal Mirandino de
integración está hoy más vivo que nunca, pues América Latina avanza en diversos
espacios políticos, sociales y económicos en su afán de ocupar un lugar justo
en el mundo, como tantas veces lo señaló el precursor Francisco de Miranda.
Los
archivos de Miranda fueron
salvados en un barco inglés en 1812, llevados a Inglaterra. El historiador y
diplomático Caracciolo Parra Pérez, apasionado por la vida de Miranda,
evidenció devoción por el tema, hasta hacerle seguimiento y encontrar uno de
los legados más valiosos de Miranda: su archivo. El conjunto de 62 tomos,
empastados por su autor en cuero con letras de oro, y que navegaron por el
océano durante meses, y se mantuvieron ajenos a la Historia de Venezuela por un
siglo, contienen todas las cartas, negociaciones y reflexiones que hizo el
prócer en vida. El documento es revelador: mediante él se puede conocer el
pensamiento revolucionario del prócer y sus acciones y preocupaciones sobre el
movimiento de la independencia. Parra Pérez no se conforma con haberlo
localizado, hace además todas las gestiones necesarias para que el Estado
venezolano lo adquiera. Logra su cometido en 1926.
FUENTES CONSULTADAS
BRICEÑO
IRAGORRY, Mario. Don Francisco de Miranda, maestro de Libertadores.
Trujillo, Ejecutivo del Estado, 1950;
BRITO
FIGUEROA, Federico. Miranda, pasión de la libertad americana. Caracas,
Universidad Santa María, 1981;
COVA,
Jesús Antonio. Francisco de Miranda, el precursor de precursores.
Caracas, Imprenta Nacional, 1950;
PARRA
PÉREZ, Carracciolo. Historia de la Primera República de Venezuela.Caracas,
Biblioteca Ayacucho, 1992;
POLANCO
ALCÁNTARA, Tomás. Francisco de Miranda: ¿Don Juan o Quijote?. Caracas,
Ediciones G.E, 1996;
SALCEDO
BASTARDO, José Luis. Crisol de americanismo: la casa de Miranda en
Londres.Caracas, Lagoven, 1980;
USLAR
PIETRI, Arturo y Pedro Grases. Los Libros de Miranda.Caracas, La
Casa de Bello, 1979;
USLAR
PIETRI, Juan. Miranda y la sonrisa de la guillotina. Caracas,
Editorial Ateneo de Caracas, 1979.