General Rafael de
Nogales Méndez
Las guerras en el mundo han sido una continua y
perseverante cruzada que ha buscado, en algunos casos, la soberanía y la paz y
en otros simplemente, el control y el poder. Hay hombres y mujeres que han
luchado por alguno de estos dos grupos de intereses. De esta manera reconocemos
quienes son los buenos y quienes los malos, obedeciendo, por supuesto, a
nuestros parámetros y libre interpretación de lo que es el bien y el mal. En
todo caso, la mayoría de los seres humanos tenemos una idea más o menos similar
de lo que estas dos representaciones significan; y nos identificamos con unos
personajes o con otros dependiendo de nuestra inclinación, de nuestra balanza
interna de valores.
Esta vez queremos presentar a un hombre venezolano que se
inclinó hacia el lado de la justicia y del altruismo. A un militar y
aventurero, verdadero trotamundos, que luchó por aquello en lo que creía. Su
espíritu inquieto lo lleva a atravesar los cuatro continentes de la Tierra y a
combatir destacadamente en cada uno de ellos. Se llamaba Rafael De Nogales
Méndez y nace en San Cristóbal, estado Táchira, en Venezuela, un 14 de octubre
de 1877. La historiadora Mirela Quero de Trinca, define a este hombre como un
ser “…más conocido en lejanas tierras que en la que le vio nacer y quien, como
un moderno Miranda, fue el venezolano más universal del siglo XX”. Actuar o
morir era su lema. En sus “Memorias” expresa:“Para algunos hombres no actuar
es morir, morir de desagradable muerte espiritual.
De esa horrible muerte he estado huyendo toda mi
vida, pero he estado como doce veces en garras de la otra, tal vez la más común
y de cierto la más popular, la muerte física, que indiscriminadamente está
sujeta a la acción de aguijones como balas, neumonía e indigestión” (Nogales,
1991: I, 28).
Tildado de caballero andante, fue un
aristócrata socialista educado con mucho esmero lejos de sus añoradas montañas
andinas. Y en su recorrido por el mundo, demostró su polifacético carácter
siendo: un soldado que peleó junto a los españoles contra la invasión de
Estados Unidos a Cuba; un traficante de armas en la frontera Mexicana; un
vaquero en Arizona y minero en California; cazador de ballenas en Alaska y de
Jabalíes en el Jordan; un espía en la guerra Chino-japonesa, y un alto jefe
militar en las filas del ejército Otomano y en las Fuerzas Expedicionarias
Persas de la Primera Guerra Mundial; fue guerrillero en la revolución Mexicana
y en la Nicaragua de Sandino, y fiel opositor al régimen de Juan Vicente Gómez
en Venezuela.
Según comentó en mayo de 2007 el Embajador y profesor Kaldone G.
Nweihed, Jefe de la misión venezolana en Turquía y autor del libro “The world
of Venezuelan Nogales Bey”, Rafael de Nogales Méndez estuvo en contacto con
doce Imperios diferentes, varios de los cuales vio también desvanecerse. Ellos
serían los imperios zarista, prusiano, austro-húngaro, otomano, manchú, inglés,
español, francés, belga, holandés, portugués y el naciente imperio
norteamericano.
Este viajero, revolucionario y militar de escuela
(de acción), político, periodista y además escritor, hilvanó cuatro obras, de
las cuales, las dos primeras se internan en escenarios bélicos y políticos
como: Cuatro años bajo la Media Luna (Four years under the crescente);
El saqueo de Nicaragua (The looting of Nicaragua); y
las dos siguientes autoreferenciales, narran impresionantes aventuras de
película y reflexión personal: Memoirs of a soldier of fortune (Memorias, Tomo
I y II) y Sombrero de copas y espuelas.
En el prólogo de las Memorias del general, la
periodista Ana Mercedes Pérez lo describe de la siguiente manera: “Ningún venezolano
ha vivido tan peligrosamente como el general Rafael de Nogales Méndez. Lo
conocí en Londres en la etapa final del régimen gomecista, época de
incertidumbres. Bajo los entrevelos de la especia niebla, su figura vivamente
tropical parecía recobrar la fuerza del picacho andino. Solía llegar a las 9 de
la noche al centro español situado en Cavendish Square, en impecable traje de
etiqueta, caballero de monóculo y flor en el ojal, a intercambiar opiniones en
alta voz con la crema de la intelectualidad iberoamericana que allí se daba
cita. Era su presencia como un receso fortuito dentro de la fatigante fog
británica que solía escurrirse por las rendijas de los pesados pórticos a
matizar de Spleen nuestros espíritus acostumbrados a una llamarada de sol.
El general de Nogales era el hombre-noticia. Daba la
impresión de una mente en permanente vigilia, con los ojos brillándole en la
penumbra como dos brasas y una cierta actitud nerviosa sobresaltada de soldado
en la estrategia. De aspecto escrutador y febril, tez bronceada y pelo aindiado
a lo Gaitán, su inconfundible tipo andino no faltaba nunca en los grandes
rotativos ingleses, ya rindiéndosele el homenaje como héroe de la primera
guerra mundial, ascendido a general de División en Turquía, donde al mando de 12.000
soldados turcos había vencido a 35.000 armenios, tomándose a Van, la capital,
en pocas horas” (Nogales, 1991: I, 5).
General Rafael de Nogales Méndez
El nombre original de Rafael de Nogales Méndez, era
Rafael Ramón Intxauspe Méndez, hijo primogénito de don Felipe Intxauspe, de
Nutrias y doña Josefa Méndez Brito, de Barinas, ambos de abolengo e hidalga
genealogía. El apellido vasco Intxauspe (Inchauspe), fue traducido al español
quedando en Nogales, el cual Rafael Ramón adopta por comodidad y simpleza.
Desde muy chiquito –a los 7 años de edad-, fue enviado a estudiar al Viejo
Mundo.
Allí es educado austeramente bajo una estricta disciplina militar.
Tutores privados de Alemania y Bélgica le enseñan el arte de la guerra y de su
estrategia. Estudia filosofía, letras, y ciencia en universidades de Barcelona,
Bruselas y Louvain. Aprende a hablar con perfección y fluidez varios idiomas.
Además de su lengua materna conocía el inglés, francés, alemán, italiano, árabe
y chino. Muchas veces fue confundido con un nativo de Francia o de Suiza por su
impecable acento. En 1898, a los 17 años, consigue el grado de sub-teniente y
lucha en el ejército español en contra de la injusta invasión norteamericana a
Cuba. Allí es herido en combate y regresa a Europa. Es recibido con admiración
en el Viejo Mundo.
Su vida de aristócrata lo mantuvo siempre cerca de poderosas
personalidades como el Rey Leopoldo de Bélgica o el Káiser alemán Guillermo II.
Pero, para Nogales Méndez, Europa no será el lugar que genere en él una actitud
arrogante con vistas a demostrar en América su gran conocimiento y competencia,
sino, más bien, el espacio que recorrerá para aprender y vivir, sin olvidar
nunca su nido, su hogar. Venezuela será para Nogales su razón de lucha y de
vida. En esos momentos de soledad que trae el destierro, los frescos recuerdos
de su hogar, cálido y pacífico, lo salvaban de la melaza de la melancolía.
En
sus propias palabras dice: “Durante toda mi vida he peleado bajo muchas
banderas y bajo muchas lunas, incluyendo la media luna del Islam. Me he
considerado un ciudadano del mundo en todos los lugares del orbe en que alguna
cosa se proyectaba. Un dictador que derrocar. Un ejército de patriotas que
organizar y dirigir. Una utopía de oro que sobrellevar. Una ballena que
harponear. Una injusticia política que señalar para presentarla desnuda al
mundo. En medio de todo ello he sostenido un propósito: la liberación de mi
país, Venezuela, de la tiranía que lo agobia (…) Ya sean relámpagos fugaces de
un minuto los que hayan contribuido a conformar mi vida como caballero andante,
sólo el más grande y el más puro parece interesante en este libro: mi ancestro”
(Nogales, 1991: I, 28-29).
La primera
vez que regresa a Venezuela, después de 13 años de ausencia, se enfrenta al
presidente Cipriano Castro. Apenas con 20 años y con un marcado acento alemán,
le reclama al dictador en plena recepción en Miraflores que estaba engañando y
torturando al pobre pueblo venezolano y que, en la primera oportunidad atacaría
a su gobierno. Sin exteriorizarlo Castro enfurece y lo manda a perseguir. En un
baile, en el elegante Casino de Macuto, es advertido de que el recinto estaba
rodeado y que buscaban su cabeza.
Entre espesos matorrales logra llegar hasta
la orilla de la mar. Un pescador con su peñero le niega rotundamente el
traslado hasta un vapor francés que se divisaba a lo lejos, pero Nogales Méndez
cuenta: “…cuando lo puse a escoger entre seis tiros o un billete de
diez dólares cambió de parecer y me llevó en su pequeño cayuco hasta el vapor,
en donde inmediatamente asegurado en mi camarote me dejé ver lo menos posible
hasta que estuvimos en alta mar (…) [Desde entonces ha sido un exilado
voluntario de su país, en lucha permanente por lograr su liberación de las
manos genocidas]: La resolución que tomé aquel día, cuando desembarqué
en traje de etiqueta en Puerto Plata fue pasar el resto de mi vida en el
exilio, antes de estar de acuerdo o someterme al régimen de Castro o de Gómez.
Esto representa la verdadera razón de mi aventura como caballero andante,
peleando bajo muchas banderas” (Nogales, 1991: I, 31-32).
A partir de este episodio, en 1901, se despliegan para Nogales Méndez una gran cantidad de sucesos. Parte de República Dominicana pasando por varios países de Centroamérica hasta llegar a Nicaragua. Durante todo ese tiempo mantuvo constante correspondencia con el doctor Rangel Garbiras, líder del partido nacionalista de los andes. Desde Venezuela se estaba planeando una alzada y le solicitaban buscar armas y municiones de reserva en Centroamérica, específicamente con el presidente Zelaya. En bien llega a Managua es muy bien acogido por su presidente, quien le ofrece municiones y todo lo necesario para ejecutar el golpe contra Castro a perpetrarse desde la península de la Guajira frontera con Colombia. Retorna a Santo Domingo donde se encuentra con los compatriotas revolucionarios. De ahí parten en la goleta “La Libertad” hacia el Sur y después de una semana de viaje llega por fin el enfrentamiento.
A partir de este episodio, en 1901, se despliegan para Nogales Méndez una gran cantidad de sucesos. Parte de República Dominicana pasando por varios países de Centroamérica hasta llegar a Nicaragua. Durante todo ese tiempo mantuvo constante correspondencia con el doctor Rangel Garbiras, líder del partido nacionalista de los andes. Desde Venezuela se estaba planeando una alzada y le solicitaban buscar armas y municiones de reserva en Centroamérica, específicamente con el presidente Zelaya. En bien llega a Managua es muy bien acogido por su presidente, quien le ofrece municiones y todo lo necesario para ejecutar el golpe contra Castro a perpetrarse desde la península de la Guajira frontera con Colombia. Retorna a Santo Domingo donde se encuentra con los compatriotas revolucionarios. De ahí parten en la goleta “La Libertad” hacia el Sur y después de una semana de viaje llega por fin el enfrentamiento.
Fue una
lucha terrible. Una minuciosa descripción del momento nos la narra el propio
Nogales Méndez: “Siendo yo un hombre de los andes nada más natural que
dirigiese el ataque. Me bajé del caballo, escupí mi cigarro y grité bien alto
¡viva la revolución! Irrumpí violentamente al frente de mis hombres, contra las
trincheras enemigas, mientras los gobiernistas se apresuraban a recargar sus
armas.
¡Chocamos!
Nunca olvidaré aquel terrible forcejeo que degeneró en el más dantesco
espectáculo ante mis ojos, semejante a una pesadilla. Las cargas de machete,
una tras otra, desgarraban los cuerpos sin aliento, separaban los miembros,
mutilándolos en cientos de pedazos (…)
El aire seguía aullando constantemente por la boca del cañón. El fuego de los rifles crecía más y más, como las maldiciones y lamentos de miles de hombres que continuaban combatiendo a pesar de sus miembros mutilados, con las puntas de las bayonetas, vomitando fuego por la escopeta de seis tiros o reclavando agonizantes las brillantes peinillas húmedas de sangre. Mientras tanto los heridos (…), se arrastraban entre montones de cadáveres en vano esfuerzo por alcanzar la laguna. Locos de sed.
Sólo aquél
que hubiese observado alguna vez la muerte en el corazón de la selva, bajo los
rayos de un intenso sol tropical, sin agua, sin alimentos, sin asistencia
médica de ninguna naturaleza, puede comprender el macabro panorama que mis ojos
vieron en Carazúa” (Nogales, 1991: I, 49-50)
Luego de la
fatídica derrota regresa a Santo Domingo preso de la malaria, herido en una
pierna y severamente deprimido. No obstante, no se deja abatir. La ambición se
posesa de él, al igual que lo hizo tiempo atrás cuando decidió dejar la cómoda
vida de traje de etiqueta y sombrero de copa para dedicarse a estudiar. Esa
misma pomposa vida que, como comenta, comenzaba a mirar con desgano casi con
remordimiento e intranquilidad. Posteriormente llega a México creyéndolo un
lugar seguro para refugiarse. Ya que el gobierno de Venezuela y el de Honduras
–el de Estrada Cabrera-, le habían puesto precio a su cabeza por la distinguida
fama subversiva que a esas alturas se ganaba.
Llega a
México muy delgado, sólo cuero y huesos delineaban su figura. Es recibido por
Porfirio Díaz en el Palacio Nacional y lo envía con el gobernador de Nueva
Luzón, el general Boyes, para que se reestableciera de salud. En cuestión de un
mes estaba repuesto, y le es encomendada una importante misión de gobierno:
Boyes le pide trasladar dinamita. De esa manera cruza Río Grande y llega a El
Paso del Águila, cerca de la frontera con los Estados Unidos.
Allí su compañero
de viaje le confiesa que la carga no era dinamita sino armas, alistadas para
sublevarse contra Porfirio Díaz, contra ese mismo hombre que, de alguna u otra
manera lo había ayudado. Nogales Méndez vira su camino y sigue así hacia Nevada
y Arizona. Se hace llamar Nevada-Méndez por esas comarcas; era más fácil de
pronunciar para los vaqueros anglosajones. Allí se transforma en un verdadero
cowboy. Luego en Yuma vende su caballo y su equipo, y en San francisco, con lo
que pudo arañar aquí y allá compra un pasaje para la China en un vapor
volandero.
Presidente
Porfidio Díaz
A principios
de 1903 llega al imperio Chino, justamente, en el momento en que comienza a
desarrollarse la guerra Sino-Japonesa. Allí participa, muchas veces como
señuelo, en estrategias de espionaje comandadas por terceros. Pasa por Cantón y
llega a Shangai en la navidad de 1903.
Debido a la
pericia con que se manejó Nogales en aquel episodio “espía”, lo nombran agente
diplomático y confidencial del gobierno de Corea, del cual era alto oficial, y
es despachado hacia Pekín. Tenía en ese momento 23 años. Se le habían confiado
importantes investigaciones sobre la alianza chino-rusa para enfrentarse a
Japón entre otras acciones de inteligencia militar. Pero, una vez más había
sido engañado y utilizado como carnada para conseguir vender Corea a los
Japoneses usando a China como escenario. Vive una experiencia curtida de
riesgos y amenazas, y finaliza su labor sintiendo cómo una bala rusa pasa
rozándole el estómago. Hasta allí llegaron sus días de servicio secreto
militar.
Decide
llegarse hasta Alaska y dedicarse a la gran casería. De allí parte con la idea
de llegar a California, pero pierde el vapor y se embarca en un ballenero que
zarpaba hacia Cabo Príncipe de Gales. Era 1905. Para entonces llega cerca del
estrecho de Bering con ganas de cruzarlo hasta a Abadir, en Siberia. Pero se
queda por esos lugares cazando enormes ballenas con los esquimales y festejando
después el botín. No obstante, la idea del “saquito de oro” no lo abandona, y
parte nuevamente hacia Alaska para poder tomar el bergantín a vapor. “…A
través de una tempestad de nieve interminable, que duró posiblemente unos
veinte días. No recuerdo bien. Finalmente llegué a Valdez. Desde allí viajé
hasta Nevada donde se anunciaba ya la gran bonanza del oro. Aquella de 1906 a
1907”(Nogales, 1991: I, 124).
Finalmente
llega a Nevada a fines de 1906. Pasa por Tonopah, Manhattan y Goldfield. La
bonanza económica era descomunal, pero pronto vinieron las huelgas de mineros,
seguidas de un pánico financiero que ocasionó el cierre de casi todos los
bancos. Nogales Méndez tuvo que vender su pura sangre para llegar a Pasadena,
California, y luego pasar a México por El Paso.
Después de
experimentar incontables aventuras casi cinematográficas, como eran siempre las
suyas, fue alcanzado por uno de los sucesos más determinantes de este lado del
Atlántico: la Revolución Mexicana. Ya en Chihuahua se esparcían los focos
guerrilleros cuando Nogales Méndez andaba por sus desiertos. No tardaron mucho
en solicitarle sus servicios. Sus capacidades de coordinación e iniciativa eran
bien conocidas. “Mi misión era ayudar a combatir a los federales y
tratar de organizar una acción conjunta, por lo menos en Chihuahua, y en las
regiones de Durango y Sonora (…). Luego fui provisto de un caballo. [y] Tomé
el mando (…) El espíritu de los hombres era excelente. La revolución se había
apoderado de sus mentes como el cuerpo de una mujer desnuda o un tesoro
enterrado, y hablaban de ella febril y tumultuosamente. Era un grito de guerra
que los sacudía desde la raíz de centurias a través de viejos sueños de
independencia, desde el propio seno de la tierra”(Nogales, 1991: I, 177).
Entre luchas
estratégicas y cuenta cuentos nocturnos pasaron los días para Nogales en el
corazón de México. Buena fama de combatiente había adoptado ya nuestro hombre
y, hasta con Pancho Villa el mismo comenta que articuló. Pero, su lealtad
nacionalista le reclama el retorno a Venezuela. Castro había sucumbido ante la
astucia de Gómez y éste estaba ya usurpándole el banquillo. Instalado en el
poder, Gómez hace un llamado para que todos los venezolanos que se encontraban
en el exterior lo ayudaran a devolver la normalidad a la situación política del
país.
Tras ocho años
de exilio voluntario, De Nogales Méndez llega a Caracas un Diciembre de 1909.
Veía la oportunidad de por fin servir a su país en la dura lucha de llevarlo
adelante. Sin embargo, no encontró un panorama muy alentador. Apenas con verlo
a los ojos supo que, Juan Vicente Gómez, no se inclinaría hacia el cambio
democrático que tanto esperaban. “Mientras permanecía en Caracas
observé la iniciación de los acontecimientos que se orientaban a establecer las
bases de una dictadura.
Pacíficos
venezolanos fueron privados ilegalmente de sus derechos, siendo vendidas sus
propiedades por el precio que se les antojó los amigos de Gómez. Pedí
públicamente, a través de la prensa, el restablecimiento de la paz y la
libertad, tal como la conocíamos en las viejos tiempos constitucionales (…) [pero el dictador hacia caso omiso a las
distintas peticiones]. Oponerse a Gómez, políticamente o de cualquier otra manera, era un crimen que se castigaba con cargo de prisión, lo cual
frecuentemente equivalía a la muerte. Por el sólo hecho de denunciar a un
hombre como enemigo del régimen gomecista, se le engrillaba y se le enviaba a
un calabozo, muchas veces para el resto de su vida (…). Cuando partí para los
estados andinos al final de 1910, una orden de prisión me precedía” (Nogales, 1991:
I, 206,207). Gómez obligó a construir vías de transito y otras obras
de infraestructura por medio de trabajos forzados. La crueldad había llegado a
su punto más álgido. Sin contar con el desmantelamiento que se le aplica a
Venezuela tras el descubrimiento del oro negro; un brutal y cómplice saqueo
interno-externo sin el menor remordimiento. Mientras tanto, Nogales Méndez se
esforzaba por mantener en pie el frente patriótico.
Se intentan
algunas insurrecciones sin éxito y tras estar dos meses en Colombia, perseguido
y frustrado, no le queda otra alternativa que internarse entre las sabanas
llaneras del Arauca y del Apure, en Venezuela y en las junglas fronterizas con
Colombia.
José Manuel “El
Mocho” Hernández
En Diciembre
de 1913 junto al Mocho Hernández, concibió un excelente plan para invadir a
Venezuela a fin de derrocar a Gómez. Pero los planes nuevamente fallan y tiene
Nogales que asumir su segundo exilio voluntario, pero esta vez, por más de 19
años. En el viaje del destierro pasa un tiempo en curazao rodeado, como de
costumbre, en las más insólitas anécdotas.
Allí recibe la
noticia de que la Guerra había estallado en Europa: la Primera Guerra Mundial
de 1914. Esto estremece su espíritu marcial y no duda en establecer un plan que
le permita partir.“¡Aleluya!, me dije para mis adentros. Aquí estaba la
oportunidad de mi vida. Por fin la tan esperada guerra mundial estaba en marcha
(…). Di entonces gracias a mi buena estrella que me había permitido nacer no
demasiado tarde ni demasiado pronto par intervenir en este conflicto universal.
Tenía treinta y cuatro años, la edad justa” (Nogales, 1991: II, 79).
Es así que
decidió marchar a Bélgica para ofrecer sus servicios a la causa del Rey
Leopoldo II. Recorre las antillas holandesas y francesas y en Martinica, pudo
tomar un vapor que lo condujo a París. De ahí saltó a Londres; luego a Calais y
a Dunquerque. Ofrece sus servicios a Francia, la cual es aceptada con la
condición de que renunciara a su nacionalidad. Nogales Méndez no se preocupa
por refutar semejante petición. Su condición de Venezolano la sostenía muy en
alto y no había nada en el mundo que lo condujera a desistir de ello. Una vez
en Sofía conoce a Von Der Goltz y a Fethi Bey, ministro de Turquía en Bulgaria.
Estos dos hombres le ofrecen unirse al ejercito alemán sin perder su
nacionalidad, por lo tanto, en vista de la negativa francesa y de sus aliados
acepta la interesante propuesta.
Para ese
momento comenta: “Después de todo, una causa es una causa. Puede que sea más
o menos justa. Lo que se diga en su defensa, podrá ser más o menos cierto. Pero
¿quién tiene la razón? La guerra es la guerra, como dicen los franceses. Yo,
como soldado profesional, naturalmente tenía que tomar parte activa en esa
guerra (Nogales, 1991: II, 99).
Llegando a
Constantinopla a principios de 1915, conoce al Mariscal Liman von Sanders, jefe
de la misión alemana en Turquía. Tanto él como el general Bronsart von
Schellendorf Pachá, jefe de Estado Mayor de los ejércitos turcos, le
presentaron a Enver Pachá, quien le ofrece una misión como oficial superior en
el ejercito regular. De esta manera penetra el milenario mundo del Medio
Oriente. Y ya, para Febrero, las estrechas calles de Van se llenaron de espanto
por veinte días consecutivos.
Photo of venezuelan soldier and adventurer Rafael
de Nogales Méndez and
the cavalry of the 3rd cavalry division in 1917 in Palestine.
|
Al mando de
12.000 soldados turcos, Nogales se enfrenta a 35.000 guerrilleros armenios en
la ciudad capital de sus antepasados. Perennes malestares volvieron a
encontrarse. Los armenios –cristianos- aliados a los kurdos y a los rusos
resistieron la poderosa ofensiva de los jóvenes turcos –musulmanes- del Imperio
Otomano, el cual, desde antes del siglo XVI mantenía su poder. Mientras tanto
Nogales, en pocos meses se había transformado de jefe rebelde de guerrilleros
llaneros en Venezuela a un oficial de la Media Luna al que habían apodado Sheitan
Osmanlí y que, ocasionalmente, llamaban giaur –perro
cristiano-. Nos cuenta a propósito de la toma de Van, ciudad dominada aún por
el Imperio Turco Otomano que: “Nuestra lucha feroz y aquel fuego sin
tregua de la artillería pesada, habían convertido las dos terceras partes de la
ciudad de Van en un amasijo de ruinas y despojos llameantes y humeantes, que
parecía eructar lavas de odio, como un volcán en actividad.
Lenguas de fuego
parecían llenar el horizonte de innumerables cascadas de un resplandor
purpúreo. Era una escena terrible y dantesca” (Nogales, 1991: II, 101). “Descansaron”
unas semanas y después parte a Kotur Dagh, en la frontera ruso-persa, para
detener el avance de 30.000 rusos que venían en rescate de Van. Estuvo en
Bask-Kale, donde venció a 300 o 400 cosacos ahí apostados; en la ciudad de
Sairt, la antigua capital de Kurdistán; y en la segunda batalla de Gaza en el
cuartel Tel-Es-Sheriat del frente de Palestina.
Photo of venezuelan soldier and adventurer Rafael de Nogales Méndez taken in the siege of Van, Nogales is surrounded by his Kurdish guard.
Estuvo
también entre las llanuras Beersheba y fue nombrado gobernador militar turco en
la península del Sinaí.
Medalla de Guerra otomana
Así como
logró victorias también los fracasos tuvo que vivirlos. Nogales cuenta su vida
de una manera equilibrada. Narra los episodios exitosos con esmero, pero
también describe minuciosamente sus fracasos. Para él cada batalla perdida, de
los errores siempre se aprendía. Su propia vida a veces la sentía inmersa entre
la realidad y la fantasía. “El contraste entre el feliz y despreocupado
Nevada Méndez, exvaquero, minero en Alaska, y Bey Nogales, comandante del
sangriento sitio de Van, me impresionó tanto, que en aquel momento llegué a
sentirme como en un sueño” (…) [Y continua en el mismo tono]: Estos
sucesos me parecen ahora excitantes y divertidos mientras los voy ordenando en
mis recuerdos, frente a la máquina de escribir, en la pacífica New York. Frente
a mi papel de héroe para película de cine, como entonces me parecía actuar, las
cosas eran diferentes. (Nogales, 1991: II,106,122).
Cuatro largos
años paso Nogales por el Imperio Turco, entre el Medio Oriente y la región del
Cáucaso. Se enfrentó a tantas aventuras y al mismo tiempo a tantos peligros que
estaba aturdido. A pesar de su fama y leal entrega a la causa
turca-otomana/alemana estuvo, en incontables ocasiones a merced de los
caprichos y dilemas la de guerra.
Cito
nuevamente sus palabras para mostrar su forma de pensamiento: “Me
sugerían que también yo era sólo un esqueleto ambulante, casi listo para unirme
a ellos en la muerte. Había sido sentenciado a morir por el veneno, el cuchillo
o las balas. Sabía demasiado. Había tenido la desgracia de ser el único cristiano,
entre los sesenta mil turcos que habían aplastado la revolución Armenia. Había presenciado
escenas de las que ningún cristiano debía ser testigo, para ostentar el
privilegio de vivir y contarlas más tarde. Khalil y varios otros jefes del
partido de los jóvenes turcos, quienes habían cometido estos horrendos
crímenes, se daban cuenta de que si yo llegaba con vida a Constantinopla, y
divulgaba las informaciones que poseía, se verían en grandes dificultades para
justificar su conducta.
No sólo
ante el Sultán, sino también ante sus aliados Alemania y Austria-Hungría que
venían haciendo todo lo posible por detener estas matanzas y deportaciones”
(Nogales, 1991: II, 121).
No obstante, su objetivo fue tan bien cumplido, con precisos y acertados movimientos más un imponente carácter que le permitió asumir los miedos tal como se les presentaban, que se gana el respeto del gentilicio militar turco, kurdo y alemán. En un de sus retiros intermitentes, Nogales estudia en la academia militar de Turquía donde obtienen el grado de comandante vekile del primer regimiento de lanceros imperiales del Sultán en Dolma Bagtch. Posteriormente recibe el Sable de Mejishovon; la cruz de hierro en Primera Clase, concedida por el Kaiser Guillermo II; la estrella de Mechedieh; su título de Bey y el nombramiento de General de División del Ejército Alemán.
De
esa experiencia se lleva consigo una buena impresión. Para él, aunque un tanto
salvajes y crueles, los militares turcos y kurdos fueron hombres fiables y
asombrosamente corteses como no se los había encontrado antes.
De ahí sale
para Madrid, pero su fama de verdugo de Armenia le impidió un
descanso tranquilo. Es así que a los páramos andinos donde se refugia en las
montañas de Gramalote durante dos años, cerca de la frontera de Venezuela, para
dedicarse a reconstruir sus memorias. “Gramalote me ofrecían el único
lugar aislado y suficientemente seguro y solitario para la civilizada tarea de
unir en palabras mis recuerdos.
Escribí
nueve veces Cuatro años bajo la Media Luna. Rompí los originales, ocho. Para
fines de 1922 dos copias del futuro libro estaban listas para abandonar conmigo
las montañas en busca de un editor” (Nogales, 1991: II, 202-203). Fue difícil la labor de escribir el
libro, pero más lo fue tratar de publicarlo. Fue víctima de varias trabas y
persecuciones capitaneadas por Gómez.
General Juan
Vicente Gómez
Es así que debe escapar otra vez y lo
hace hacia Centro América. San Jacinto en Nicaragua fue casualmente su primer
destino, y de allí, un casi naufragio lo arroja cerca de Santa María la Antigua
del Darién. Posteriormente llega a Puerto Obaldía, en Panamá y de ahí a la
Capital. De Panamá viaja a Colón y luego a la bahía de Bocas del Toro, para
finalmente internarse en las selvas nicaragüenses a cazar jaguares negros.
Pasa muchos
años viviendo en Nicaragua. Allí conoce a Augusto César Sandino y colabora con
su causa. De sus experiencias escribe un libro que titula El saqueo de
Nicaragua, cuyo contenido provocó un gran escándalo y una demanda
Norteamericana a la casa editora por la fabulosa suma de 250.000 dólares.
Augusto César Sandino
El libro fue
prohibido en Norteamérica mientras que en Europa se publicaba libremente sin
tomar en cuenta otras opiniones. Como cuenta Ana Mercedes Pérez en el prólogo
de las I Memorias, “El escritor había denunciado hechos tan graves que
obligaron al presidente Roosevelt a retirar a los marines de Centroamérica”.
(Nogales, 1991: I, 6). En 1936 regresa a Venezuela.
Gómez había
muerto y en su lugar estaba ahora el general López Contreras quien, aunque abre
las puertas del país a los exilados, no atiende a los llamados de democracia
que todos clamaban. La administración del nuevo general no demuestra ser
diferente a la vieja. Continúan las persecuciones políticas, los asesinatos y
las huelgas. Prosigue Ana Mercedes Pérez recordando esos tiempos turbulentos:“Como
un jaguar solitario, para decirlo con sus propias palabras, se pasea por esta
Venezuela congestionada la figura imponente del general Nogales Méndez.
Tiene 58
años, cuarenta al servicio de la causa revolucionaria, soñando con este día de
libertad (…). La prensa lo señala con su figura nerviosa de militar activo (…).
Quiere terminar su vida en la amada patria –dice a un periodista- y ofrecerle
todo cuanto sabe. Su fuerza. Su capacidad. Su cultura” (Nogales, 1991: I, 16). Se le ofrecen dos caminos, el político y
el militar, pero en el primero salta a relucir la envidia y la mezquindad. El
brillaba demasiado y opacaría a los demás. Y en el segundo sucedía algo
similar, sus técnicas y propuestas no eran muy bien recibidas por miedo al
reemplazo o la humillación.
Para Nogales
Méndez, “el destierro continuó sobre su propio suelo”. Sólo que ahora los
obstáculos no eran delirios de poder u ofensivas de guerra sino algo peor: el
egoísmo, la indiferencia, la indolencia y la incomprensión. Le fue asignado un
puesto de administrador de la aduana de Las Piedras de Falcón, muy por debajo
de sus habilidades. Tuvo que aceptarlo, la fortuna no había sido su norte. “…la
pobreza rondaba sus talones de hombre honesto. Ahora era simplemente Nogales,
escritor, que había sobrevivido por el oficio quijotesco de vender sus libros
(…) Ya no llevaba la inquieta mirada y el ademán decidido. Se había vuelto un
misántropo. Lucía un aire melancólico y ausente. En pocos meses se había
envejecido. Su aparente artritis parecía venirle del alma” (Nogales, 1991: I,
17-18).
Tal vez por
el disgusto de sentirse humillado y olvidado en su propia tierra, por la
humedad de Las Piedras y los años ganados en el tiempo se le agrava la
artritis. Así fue para Panamá, cuando fue invitado para estudiar la gendarmería
en ese país. El 7 de Julio de 1937 se somete a una operación de garganta. El 10
de mismo ese mes amanece muy enfermo de pulmonía, falleciendo a las 2 y 45 de
la tarde. Sus pocas pertenencias denotaban el grado de pobreza en que se
encontraba.
Entre ellas
un cheque del National Bank of New York por 1.615 dólares se
utilizó para embalsamarlo y trasladarlo a Caracas. “El 24 de Julio de
1937, [cuando se celebraba precisamente el natalicio del Libertador],
llega en el vapor de carga Orazio un bulto anónimo que estuvo dando tumbos
muchos días sin que nadie lo reclamara (…). La desaparición física de esa gran
figura fue recubierta, por parte de nuestras autoridades, de un silencio
ominoso” (Nogales, 1991: I, 21). La cancillería hizo caso omiso de la
llegada de Nogales muerto.
Nadie sabe
qué hacer con aquel cadáver. Nadie lo reclama. Por fin se entera la prensa, 6
días después, que tan ilustre general se encontraba abandonado en la aduana de
La Guaira. De nada sirvieron los titulares. Fueron los reporteros organizados
los que se encaminan en la búsqueda de Nogales. “Buscan ustedes a un tal señor
Nogales. Creo que es ese bulto de aquel rincón”. Fue enterrado en el Cementerio
General del Sur el 2 de agosto de 1937 sin honores ni ceremonia.
Plaza
de entrada del Cementerio General del Sur. Caracas, Venezuela
Fuentes Consultadas
Jasmina
Jäckel de Aldana, “¿Del aventurero
trotamundos al héroe nacional venezolano?”, Estudios de Asia y África, El
Colegio de México, enero-abril 2000, en http://www.redalyc.uaemex.mx
Luciana Mc
Namara, “Rafael de Nogales Méndez,
militar y aventurero: venezolano de película”, revista Encontrarte,
fascículo 101http://encontrarte.aporrea.org/101/personaje/
Rafael de
Nogales Méndez, Memorias,
Tomos I y II, Editorial Fundación Biblioteca Ayacucho, Colección La
Expresión Americana, 1991. Traducción y prólogo: Ana Mercedes Pérez.
Rafael de
Nogales Méndez, Cuatro años bajo
la Media Luna, Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2006.
Prólogo: Kaldone G. Nweihed.
Rafael de
Nogales Méndez, El saqueo a
Nicaragua, Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2007.
Traducción y prólogo: Ana Mercedes Pérez.
Violeta Rojo,
“Memorias de un aventurero venezolano:
Rafael de Nogales Méndez”, Revista Virtual Contexto, N° 8, 2002.