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sábado, 18 de diciembre de 2010

GENERAL JOSÉ ANTONIO PÁEZ


EL CENTAURO DE LOS LLANOS

Fue uno de los más bravos guerreros de la Independencia venezolana. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de su accionar político que lo condujo a disolver el sueño de Bolívar: Colombia la grande.

Librería del Congreso de los Estados Unidos. 1855 -1865

Caudillo de la independencia y primer presidente de la Cuarta República de Venezuela (Curpa, 1790 - Nueva York, 1873). La multiplicidad de intereses que han arropado la llamada historia de la Independencia de Venezuela y el nacimiento de la República, durante el siglo XIX, encuentra su representación máxima en la figura de José Antonio Páez. Las circunstancias que condujeron a este hombre, de condición humilde, a convertirse en presidente de la República y en el gran defensor de Venezuela, no hacen sino dibujar un panorama de alianzas políticas y militares necesarias en un escenario de máxima inestabilidad. En su reverso, la historia revela las múltiples facetas de un hombre que, movido por el azar de una guerra civil con tinte independentista, declinaba su rostro en peón de hacienda, comerciante de ganado, jefe de los ejércitos llaneros y gran caudillo de la patria.

Muy lejos de la Caracas criolla de ímpetus revolucionarios y asideros conservadores de finales del siglo XVIII, José Antonio Páez nació en Curpa, estado Portuguesa, el 13 de junio de 1790. Era descendiente de canarios e hijo de Juan Victorio Páez y María Violante Herrera, ambos de fortuna muy escasa. La familia se encontraba más bien desarticulada; el padre vivía en la ciudad de Guanare y trabajaba para el gobierno colonial en un estanco de tabaco, mientras la madre iba reservando destinos a sus ocho hijos.

Cuando tenía ocho años de edad, Páez fue enviado por su madre a estudiar en una pequeña escuela de Guama. Claro está que las letras no formaban parte de las expectativas de aquella familia, pues la Colonia no reservaba muchos derechos para las clases desposeídas. Sin embargo, nada de esto sería impedimento para que José Antonio Páez se formara en aquello por lo cual se distinguiría. La escuela de este hombre fue la que ofrecían los Llanos de Apure y su estirpe era la del llanero. Grandes extensiones de tierras con pastizales de elevado tamaño húmedos, secos o inundados, según la temporada, componían el paisaje de esta especie de hombres, cuya actividad era lidiar con las bestias del ganado caballar y vacuno en un horizonte que sólo se comprendía a sí mismo.

Huyendo de un incidente que le costó la vida a un bandido que quería asaltarle, Páez se internó en los Llanos y se empleó como peón en el hato de La Calzada, propiedad de Manuel Pulido. Bajo las órdenes del negro Manuelote, esclavo de Pulido y capataz de la hacienda, aprendió todo aquello que un llanero debe saber: ojear el ganado, el rodeo, la junta, herrar, enlazar, colear. Para todo ello tuvo que aprender a montar de forma tal que su cuerpo se fusionara con la bestia hasta parecer un centauro. "Imagínese el lector cuán duro debía ser el aprendizaje de semejante vida (diría Páez en su autobiografía), que sólo podía resistir el hombre de robusta complexión o que se había acostumbrado desde muy joven. [...] Mi cuerpo, a fuerza de golpes, se volvió de hierro, y mi alma adquirió, con las adversidades en los primeros años, ese temple que la educación más esmerada difícilmente habría podido darle."


El Centauro

La ganadería se había convertido en ese entonces en un sustituto importante del derruido comercio del cacao, y ello atrajo a muchos comerciantes a fundar hatos allí donde consiguieran rodear a unas cuantas bestias salvajes. Tal era el caso de Pulido y lo sería también el de Páez, a quien aquél le ofreció la posibilidad de ayudarle en la comercialización del ganado en el hato del Paguey. Fue tal la destreza que adquirió Páez en esta actividad que decidió independizarse, conquistar sus propias tierras y vender su propio ganado.
Comenzó entonces una nueva vida para José Antonio Páez, que no abandonaría jamás. Cuando ejercía de pequeño comerciante todavía, en uno de sus acostumbrados recorridos de Acarigua a Barinas, conoció en el pueblo de Canaguá a Dominga Ortiz Orzúa, huérfana de diecisiete años con quien se casó en esa ciudad en julio de 1809. La vida conyugal se vería interrumpida por causa de la llamada Gran Guerra, iniciada en 1811, nutrida sólo por encuentros infrecuentes hasta 1821, cuando apareció Barbarita Nieves en la vida del futuro caudillo. Dos hijos nacieron del vientre de doña Dominga: Manuel Antonio y María del Rosario.

El estallido de una guerra civil fue la consecuencia más inmediata de la declaración de la Independencia el 5 de julio de 1811 y la posterior sanción de una Constitución Federal. Las diferencias entre los criollos patriotas y los adeptos al entonces prisionero Fernando VII no fueron sino una de las aristas de la contienda; el bando "realista", comandado por Domingo Monteverde, se oponía también a la revolución, hallando la mayoría de sus fuerzas militares en los recién configurados ejércitos de pardos y esclavos. La cuestión de fondo era entonces una lucha entre clases y castas por la tenencia de la tierra, la obtención o pérdida de privilegios políticos, y por reivindicaciones estamentarias de los desposeídos.

Nada diferente sucedía en los Llanos de Apure, donde la situación se vivió como un confuso llamado a las armas. Las noticias llegaban por intermedio de algunos dueños de hacienda, quienes, aterrorizados por la posible pérdida de sus tierras, decidían armar sus propios ejércitos. Tal fue el caso de Pulido, quien no tardó en convocar a Páez para que le ayudara a entrenar a sus hombres en pro de esta causa defensiva. Resultaba muy difícil, sin embargo, que los llaneros lograran dibujarle un rostro distinto a su enemigo como no fuera el de su opresor más inmediato, y de ahí que muchos de ellos se unieran a la causa realista. En esta maraña de confusiones, cuyo resultado fue la capitulación de Miranda y la pérdida de la República en 1812, José Antonio Páez se definió como patriota y se incorporó a las tropas republicanas que mandaba Pulido.

El regreso de José Antonio Páez a los Llanos se produjo en 1813; en 1814 se trasladó a Mérida, donde permaneció hasta septiembre del mismo año, cuando volvió nuevamente a los Llanos. No saldría de este territorio hasta 1818, cuando sumó las suyas a las tropas del ejército de Bolívar. Páez, se dice, siempre estuvo enfrentado contra los realistas, con independencia de que los intereses que lo movilizaran tendieran, en un principio, más hacia la defensa de los territorios que hacia la llamada causa independentista. Reclutado y prófugo del batallón realista a cargo de Antonio Tíscar en 1813, logró armar progresivamente un poderoso ejército patriota que ya para 1818 era una de las principales fuerzas con las que contaba la Independencia.



Vuelvan caras Óleo sobre tela 300 x 460 cm (1890) de Arturo Michelena representando el momento en que Páez ordena volver sobre el enemigo

La estrategia de reclutamiento era la de ofrecer tierras a cambio de lealtad militar; esta táctica se convirtió en una de las armas más poderosas a favor de la conquista de la Independencia en 1821, pero también fue lo que permitió a Páez convertirse en uno de los principales latifundistas del país. Hasta 1816 las batallas libradas por José Antonio Páez como capitán de caballería perseguían sólo el propósito de la defensa y conquista de nuevos territorios; la batalla de las Matas Guerrereñas, en noviembre de 1813, es una de las contiendas que se destacan de este período.

Entre 1816 y 1818 puede decirse que José Antonio Páez se consolidó como jefe supremo de los ejércitos llaneros. Su carisma era impresionante y su temeridad, no sólo en la estrategia del combate sino, además, en el desconocimiento de la jerarquía de mando cuando lo consideraba necesario, le permitió ganar adeptos en su escalada hacia la posición de máximo caudillo.

Fueron los tiempos de las famosas batallas de Chire, Mata de la Miel, Yagual y Mucuritas; en ellas se peleaba con arma blanca, se hacía el rodeo al enemigo, y se empuñaba la lanza con la cual la víctima caía abatida luego de haber sido levantada, casi a la altura de dos metros, por el impacto del arma sobre su cuerpo a la velocidad del centauro. Se atacaba por varios flancos en forma simultánea, por la retaguardia y a contragolpe, como era el estilo preferido del caudillo, quien se hizo famoso por la táctica de "vuelvan caras", "¡vuelvan, carajo!" o "volver riendas", que consistía en hacerse perseguir por el enemigo y repentinamente darse la vuelta y emprender el contraataque. Estos fueron también los tiempos del retorno de Fernando VII al poder y del general realista Pablo Morillo, el Pacificador, a quien no se lograría vencer sino hasta 1821.

Con el propósito de unificar los ejércitos venezolanos, se trasladó Bolívar a los Llanos en busca del general Páez, encuentro que se produjo el 30 de enero de 1818 en el hato Cañafístola. La unión de ambos ejércitos se realizó de manera inmediata, gracias al acuerdo de Bolívar de otorgar tierras a los llaneros y al carisma de Páez para seducir a sus hombres. Páez convenció a Bolívar de seguir una estrategia que los llevaría a enfrentarse Morillo en las riberas del Apure y vencerlo en la famosa batalla de las Queseras del Medio, el 2 de abril de 1819; con ello obtuvieron Páez y sus soldados el galardón de la Cruz de los Libertadores.



Oleo sobre tela de la Batalla de Carabobo, mural ubicado en el Capitolio Nacional de Venezuela.
Autor: Martín Tovar y Tovar. 1887
En 1821, después de un año de relativa calma, Bolívar rompió la tregua que había pactado con Morillo; y Páez, acatando las órdenes del Libertador, partió a su encuentro desde Achaguas hacia San Carlos, el 10 de mayo de 1821, con 1.000 infantes, 1.500 jinetes, 2.000 caballos de reserva y 4.000 novillos. La cita tenía como propósito planear la estrategia de aquella contienda conocida como la batalla de Carabobo (24 de junio de 1821), en la cual se venció definitivamente a los ejércitos realistas de Venezuela. "El bizarro general Páez (diría Bolívar al vicepresidente de Colombia), a la cabeza de los dos batallones de su división y del regimiento de caballería del valiente coronel Muñoz, marchó con tal intrepidez sobre la derecha del enemigo que en media hora todo él fue envuelto y cortado. Nada hará jamás bastante honor al valor de estas tropas. [...] La conducta del general Páez en la última y en la más gloriosa victoria de Colombia lo ha hecho acreedor al último rango en la milicia, y yo, en nombre del Congreso, le he ofrecido en el campo de batalla el empleo de General en Jefe del Ejército."
La Cosiata

Eran los tiempos de la Gran Colombia (1819-1830) y Venezuela, adherida a esta República, había quedado dividida en tres departamentos: Venezuela (provincias de Caracas, Carabobo, Barquisimeto, Barinas y Apure), Orinoco (provincias de Guayana, Cumaná, Barcelona y Margarita) y Zulia (provincias de Maracaibo, Coro, Mérida y Trujillo). En 1821 Páez asumió el cargo de comandante general del ejército del departamento de Venezuela, en cuyo ejercicio, lejos de consolidar la unión de la Gran República cual era la expectativa de Bolívar, se convirtió en el líder del movimiento de separación de Venezuela conocido como La Cosiata (cosa pequeña).

El clima de inestabilidad política existente en toda la República Colombiana para 1825 sería aprovechado por Páez para iniciar su escalada definitiva al poder. Después de la toma del castillo de Puerto Cabello en noviembre de 1823, Páez se insubordinó progresivamente del poder ejecutivo y ejerció su poderío militar en forma independiente y extralimitada. En enero de 1826 Páez se vio implicado en acontecimientos violentos llevados a cabo por los batallones Anzoátegui y Apure, a propósito del reclutamiento de la población, en las ciudades de Caracas y Valencia. Tales hechos llevarían al senado colombiano a suspenderlo de su cargo en virtud de las denuncias que contra él hicieran las municipalidades de Valencia y Caracas; debía comparecer ante el congreso colombiano, pero Páez se negó y prefirió secundar las revueltas que, en su nombre, hicieran sus allegados. Ante el miedo de una nueva guerra, Páez fue repuesto en sus actividades el 6 de abril de 1826.

La Cosiata estaba en proceso, y los conspiradores veían en la figura del caudillo al hombre capaz de consolidar la separación. A mediados de mayo de 1826, Páez fue nombrado jefe superior civil y militar de Venezuela, y éste se comprometió a cumplir las leyes, siempre y cuando se desconociera la autoridad de Bogotá; el cabildo de Caracas y otras municipalidades secundaron la propuesta. Páez había sido instado entonces por los conspiradores entre los que se encontraba Miguel Peña a convocar una Asamblea Nacional Constituyente, actividad que programó para el 10 de enero de 1827.

Retrato de Páez en uniforme de húsar por Robert Ker Porter, 1828

Bolívar, enterado de los acontecimientos en Perú, regresó a Venezuela con el objeto de poner orden, implantó una serie de medidas y ratificó a Páez en su cargo de jefe superior civil y militar. Sin embargo, una vez fracasada la Convención de Ocaña y Bolívar autoproclamado dictador de Colombia, Venezuela continuó su proceso de separación y, a finales de noviembre de 1929, una Asamblea celebrada en el Convento de San Francisco de Caracas desconoció la autoridad del Libertador y entregó el poder a José Antonio Páez.

En la Presidencia de Venezuela

El 13 de enero de 1830 Páez estableció un gobierno provisional, convocó elecciones y el 20 de febrero se reunieron las Asambleas primarias que eligieron los diputados al Congreso Constituyente de Valencia; éste, reunido a comienzos de mayo, nombró presidente provisional de la República de Venezuela a Páez, quien formó gobierno con la camarilla que siempre le había acompañado. Se trataba entonces de pacificar y construir el Estado, que comprendía un territorio, empobrecido y desarticulado, de aproximadamente 1.000.000 km2, con una población aproximada de 700.000 habitantes.

El Congreso aprobó una Constitución pactada de corte centro-federal y nombró a José Antonio Páez, en marzo de 1831, presidente constitucional de la República de Venezuela para el período 1831-1835. El caudillo, eje central de la política hasta 1847, organizó una nueva oligarquía, hallada entre los antiguos hacendados y dueños de hato, generales beneficiados por el reparto de tierras, comerciantes y la clase mantuana de siempre. Las bases del gobierno, aunque con algunos descontentos, eran medianamente sólidas.

La figura de Páez servía como mediación entre el Estado y los excluidos, mientras la oligarquía aseguraba su continuidad en el poder mediante el establecimiento de la participación censitaria y el voto indirecto. Páez no logró ejercer el poder a nivel nacional en virtud de la desarticulación en la cual se encontraba el país, dominado por caudillos regionales sobre todo en las zonas de Oriente y los Llanos. Sin embargo, el caudillo ejecutó algunas medidas de importancia, como la organización de las finanzas públicas, la eliminación del sistema de alcabala, la supresión del monopolio del tabaco y de los derechos de exportación del café y el algodón.

La escena política en 1834 perfilaba unas elecciones reñidas. José María Vargas, representante del poder civilista, resultó electo por mayoría para el período 1835-1839. Inmediatamente, estalló la llamada Revolución de las Reformas originada en las filas del ejército y liderada por Santiago Mariño y, nuevamente, José Antonio Páez entró en escena con el objeto de pacificar la situación. En calidad de ministro de la Defensa logró apaciguar la revuelta; fue famoso su Decreto Monstruo, en el cual se establecía la pena del cadalso para los cabecillas de la revuelta.


Retrato del general Páez por Lewis B. Adams, 1838.
A pesar de haber implantado importantes medidas, sobre todo en la educación y la salud, José María Vargas renunció a su mandato en mayo de 1836, entre otras razones porque consideraba que Páez no le brindaba el suficiente apoyo. El León de Payara fue otro de los apodos que recibiera Páez con motivo de haber sofocado una segunda revuelta en 1837, mientras Carlos Soublette se encontraba a cargo de la presidencia.


En 1838 José Antonio Páez fue elegido nuevamente presidente constitucional (1839-1843). En este período Páez tuvo que enfrentar el deterioro en los intercambios entre los países monoexportadores y los países en proceso de industrialización, pese a lo cual logró cancelar un 33 por ciento de la deuda contraída durante la guerra. Creó la Sociedad de Amigos del País y en 1842 repatrió los restos del Libertador. Paralelamente, se creó la sociedad liberal caraqueña, futuro Partido Liberal de Venezuela, y el periódico El Venezolano, órgano de divulgación de la organización liberal en franca oposición hacia el gobierno. Antonio Leocadio Guzmán se erigió entonces como uno de los líderes de la oposición.

Hacia 1847 el partido liberal había cobrado fuerza en varias ciudades y barriadas del territorio nacional; su carácter policlasista vaticinaba la guerra civil que enfrentaría a los venezolanos a partir de 1859. En marzo de 1847 José Tadeo Monagas asumió la presidencia de la República apoyado por el gran caudillo, como estrategia para calmar las aspiraciones de los liberales en las figuras de Antonio Leocadio Guzmán y Ezequiel Zamora. Sin embargo, no tardaría en instaurarse el llamado "monagato" y Páez comenzó a sufrir las penas de la defenestración. En 1848 José Tadeo Monagas cometió un atentado contra el Congreso y Páez asumió la defensa, esta vez por la vía del alzamiento y la revuelta. La primera asonada llevada a cabo por Páez en Calabozo y San Fernando le significó una derrota al caudillo, quien huyó sin pensarlo dos veces a Nueva Granada. Desde Ocaña pasó a Santa Marta, en donde embarcó hacia Jamaica, Saint-Thomas y Curazao, para planear desde aquí su segunda expedición.


Óleo sobre tela. José Antonio Páez. Anónimo, Caracas. 1850. Donado por el ex-presidente colombiano Eduardo Santos (16.8.1948). Museo Nacional de Colombia.
El 2 de julio de 1849 desembarcó en la Vela de Coro con la intención de armar un ejército, pero falló en su intento y fue hecho prisionero y llevado al castillo de San Antonio en Cumaná. Mientras duraba su presidio, Páez era visitado por su hija María del Rosario y su esposa doña Dominga, reaparecida después de treinta años. Gracias a las diligencias que hiciera ella ante José Tadeo Monagas, Páez logró salir en libertad y embarcarse en el buque Libertador rumbo a Saint-Thomas. Hasta allí lo acompañó su esposa (28 de mayo de 1850) para cerciorarse de que llegaba en buenas condiciones, y por las mismas se regresó para no volver a verse jamás. De allí pasó a los Estados Unidos, donde fue recibido con todos los honores en las ciudades de Filadelfia, Nueva York, Baltimore y Washington.

Una última jornada le tocaría desempeñar a José Antonio Páez en Venezuela. El país lo seguía aclamando ante las arbitrariedades cometidas por los hermanos Monagas. En 1859 Julián Castro, presidente en ese entonces, lo nombró jefe militar. Había estallado la Guerra Federal: Páez, en Valencia, organizó una confabulación para que lo aclamaran dictador cuando triunfara el bando conservador, y sin más se marchó nuevamente a Nueva York. A su regreso, la coalición conservadora, primero con Manuel Felipe de Tovar y luego con Pedro Gual a la cabeza, lo nombró comandante general de todos los ejércitos del gobierno.

La estrategia de Páez era reconciliarse con los federales, pero esto irritó sobremanera a Gual, quien entonces fue hecho prisionero; acto seguido se nombró a Páez dictador, en 1861. Sin embargo, sus intentos de negociación fracasaron, y en 1863 Antonio Guzmán Blanco le propuso abandonar el poder y firmar un acuerdo, el Tratado de Coche, por el cual se comprometían ambos bandos a terminar la guerra.

Los últimos diez años de la vida de José Antonio Páez estuvieron nutridos por los viajes que nunca había podido realizar y sus recuerdos, que convirtió en gloria. En su autobiografía evoca instantes como aquellos en Valencia cuando, para agradar a su amada Barbarita, representó Otelo junto a Carlos Soublette; o aquellos otros en que su figura de caudillo se transformaba por instantes en la de un excelente chelista.

Después de una larga estancia en Nueva York, todavía tuvo tiempo de visitar Brasil y Uruguay, y de establecerse en Buenos Aires, donde compuso una canción a una niña, intentó negociar con cuero de ganado y fue nombrado brigadier general de la nación por el presidente Domingo Faustino Sarmiento. Regresó a Nueva York, de donde salió nuevamente hacia el sur en febrero de 1872. Cruzó el istmo de Panamá para viajar a Perú, donde fue recibido con honores, y vía México se volvió a Nueva York, donde falleció el 6 de mayo de 1873.  Sus restos fueron repatriados y sepultados en el Panteón Nacional, el 19 de abril de 1888.

ICONOGRAFÍA


El retrato más  antiguo de José Antonio Páez  que se ha conservado es el que ejecutó del natural en Caracas en 1828 el pintor y diplomático  británico  Robert Ker Porter, donde el militar venezolano aparece de cuerpo entero en uniforme de fantasía; es una acuarela sobre cartulina firmada «R.K.P.» en el extremo inferior izquierdo, que perteneció al propio general Páez,  fue luego de su hija María del Rosario Páez  de Llamozas y de los descendientes de ella, y actualmente se halla en el Museo Bolivariano de Caracas. En 1838 lo retrató en esta misma ciudad el pintor inglés, Lewis B. Adams; es un óleo sobre tela que fue propiedad del encargado de negocios de Estados Unidos en Venezuela John G.A. Williamson y pertenece hoy al Ministerio de Relaciones Exteriores, Casa Amarilla, Caracas.