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viernes, 26 de noviembre de 2010

SIMÓN BOLÍVAR, EL LIBERTADOR


(Caracas, julio 24 de 1783 -Santa Marta, Colombia, diciembre 17 de 1830).Imagen digitalizada de Simón Bolívar

SIMÓN BOLÍVAR,  LA IDEA DE LIBERTAD QUE NUNCA TERMINA.

Bolívar es signo de unidad y grandeza para toda la América Latina, pero para Venezuela es uno de los símbolos de la patria, como la Bandera, el Escudo y el Himno Nacional Bolívar el creador de Suramérica.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, el más completo de los americanos, libertador por antonomasia, creador de Bolivia, fundador de la primera Colombia, héroe máximo de la independencia de seis repúblicas de hoy, no nació ni pobre ni revolucionario, sino en una cuna aristocrática (mantuana), dueño de una rica fortuna entonces representada por minas, haciendas cacaoteras y cientos de esclavos, y en circunstancias tan distanciadas de la insurgencia de los pueblos, que bien pudo ser un representante del poder colonial español y un desalmado explotador del pueblo, pero su desinterés, inteligencia y rebeldía hicieron que, a la vuelta de pocos años y después de unas cuantas decisiones radicales, se pusiera a la cabeza del más profundo y vigoroso movimiento insurreccional llevado a cabo en el sur de América.

Hijo del coronel Juan Vicente y de María Concepción, nace en caracas un 24 de julio de 1783, quedó huérfano de padre cuando tenía tan sólo dos años y medio (1786), y de madre a los nueve (1792); vivió con su abuelo materno Feliciano Palacios, y a su muerte, quedó al cuidado de su tío y tutor Carlos Palacios. A los 12 años, en julio de 1795, mostró tempranamente su rebeldía, al huir de la casa del tío para vivir con su hermana casada María Antonia, donde tampoco pudo tener paz, no obstante el cariño que mutuamente se profesaban.

Se  le  envió  entonces   a vivir  a casa  del  maestro  de  primeras letras, el  jacobino socialista Simón (Carreño)  Rodríguez (1771-1854), hombre    de  cultura política avanzada que  mucho  influyó  en la  educación  del  futuro  Libertador.  Pero  Simón  Rodríguez,  como  se  quiso  llamar  él  mismo,  se fue de Caracas en 1797.  Otro ilustre  caraqueño, Andrés Bello (1781-1865), le dio clases de historia y geografía, y el padre capuchino Francisco  Andújar  le  enseñó  matemáticas. Todos ellos iniciaron la formación elemental de Bolívar,  pero en gran medida se le puede considerar como hombre de cultura autodidacta. Posteriormente y gracias a unos viajes  Europa y Norteamérica, alcanzó un grado de instrucción general no necesariamente inferior al que hubiera significado un grado de bachiller o doctor. Se empapó del pensamiento de la Ilustración, en especial su vertiente francesa (dominaba el idioma francés casi como el español), y no faltan las descripciones de Bolívar estirado en su hamaca de campaña, leyendo a Voltaire u otro semejante.

La frecuente asistencia a fiestas y saraos, la versátil pero vanidosa vida de las altas clases sociales, bien pudieron absorber al inquieto, simpático y rico americano en Europa. En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza (1781-1803), de quien se enamoró profundamente. Se casaron en 1802, no obstante la juventud de los dos, ella de 21 y él un poco menor, de 19. Su proyecto de vida era el propio de un heredero de ricas haciendas: fundar un hogar, tener hijos, acrecentar las propiedades. Pero la suerte les dio otro destino, porque a los pocos meses de llegados a Venezuela, María Teresa murió de fiebre amarilla. Fue el único matrimonio de Bolívar, y a lo largo de su vida fue fiel a su promesa de no volverse a casar, pero amó, y con frecuencia, a otras mujeres.

La vida de Bolívar entre 1802, antes de su matrimonio, y 1806, está caracterizada por el despilfarro y la banalidad. Los placeres de la vida fácil en Europa para quien es rico y los mil atractivos del esplendor napoleónico pudieron fascinar a Bolívar por un tiempo, el suficiente para hartarse. Pero no todo el tiempo. Hay constancia de sus críticas ponzoñosas al boato del Consulado y a la corrupción que se adueñaba de París, de su deseo de hacer algo útil por su patria, así fuera dedicarse a las ciencias físico-químicas, y del trato no muy frecuente pero suficiente con sabios como el barón von Humboldt, Aimé Bonpland y otros, lo que demuestra que a la par que Bolívar se divertía con holgura, también maduraba proyectos superiores. 

Estando en Roma un día de agosto de 1805, en el Monte Aventino juró, ante su maestro Rodríguez, regresar a América y prestarle apoyo a la lucha armada. Por entonces muchas ideas políticas de avanzada ya eran del dominio público: la república electiva, la igualdad ante la ley, la abolición de la esclavitud, la separación de la Iglesia y el Estado, la tripartición de poderes, la libertad de cultos y el derecho de gentes (los derechos humanos) constituían, por así decirlo, el consenso americano, pero faltaba quien hiciera realidad, acto de gobierno, todo ese proyecto liberador. Y era imposible hacerlo en una colonia, puesto que no se trataba de cambiar de rey, sino de abolir la monarquía; ni de discutir los yerros de la dominación española, sino de imponer la soberanía del pueblo. Por todo eso se debía hacer la guerra. A fines de 1806, al saber que Francisco de Miranda (1750-1816) se dedicaba a fomentar la guerra en Venezuela, Bolívar decidió regresar, y después de un recorrido por Estados Unidos, llegó a su patria a mediados de 1807.

Es verdad que Bolívar regresó a Venezuela para administrar sus fincas, pero también es cierto que en las reuniones que se llevaban a cabo en su quinta de recreo, a orillas del río Guaire, más que tertulias literarias se tramaban conspiraciones. Por eso al estallar la chispa insurreccional en Caracas, el 19 de abril de 1810, cuando el pueblo desconoció al gobierno colonial de Vicente Emparán, Bolívar, en compañía de Andrés Bello y Luis López Méndez, fue nombrado por la junta revolucionaria comisionado ante el gobierno británico, con la exacta instrucción de convencer al ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, de apoyar la insurrección caraqueña. En diciembre de 1810 regresó Bolívar a Caracas con pocos triunfos diplomáticos, porque el gobierno inglés, aunque simpatizaba con los actos independentistas de los americanos, como una manera de socavar la hegemonía española en este continente, estaba unido a España por un tratado de alianza. Mientras tanto, Bolívar había convencido a Miranda para que lo acompañara en un nuevo esfuerzo por consolidar la independencia de su patria.

Anónimo, Simón Bolívar. Miniatura sobre Marfil.
(Paris, 1804-1806)

Se diferencia del  Libertador  del Sur,  José de San Martín, quien  llegó   un   poco  tarde  a la  epopeya (en 1810 estaba en España)  y se  autoexilió  antes   de  la  batalla final,  y del angloamericano  George   Washington,  cuya  actividad   se  restringió a su país. En los comienzos  del  movimiento  en  Venezuela, Bolívar  era  una  figura  secundaria,  un agitador  de  los que   promovían  la  declaración de  independencia  absoluta (la primera de un  país  hispanoamericano, el 5 de julio de 1811) y un  militar  subalterno  a quien, en el colapso  de  la Primera  República de   Venezuela, en 1812, le  tocó  perder la fortaleza estratégica  de Puerto Cabello.  Sin embargo, al año siguiente  se convirtió  en jefe indiscutible de la  Segunda República, nacida  de  las ruinas de su antecesora.

Pudo  restaurar el régimen patriota venezolano y ascender a la dirección suprema, que no abandonaría nunca, gracias, no sólo  a  las  dotes  de guerrero que demostró    a  lo  largo  de la  Campaña  Admirable de 1813, que lo llevó  de  nuevo  a Caracas, sino también al apoyo de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, cuyo territorio le sirvió de base  para reconquistar Venezuela. Así quedó sellada otra característica permanente de la carrera de  Bolívar: su vinculación estrecha con la Nueva Granada, donde más de una vez encontraría asilo cuando la fortuna de la guerra le resultó adversa en Venezuela, y cuyos hombres y recursos combinó indiscriminadamente, con los del país vecino hasta alcanzar la victoria final, y aun más allá.  Mientras tanto se   erigía un régimen republicano en todo el territorio del antiguo virreinato de Nueva Granada, del Orinoco a Guayaquil, con el nombre de República de Colombia (Congreso de Cúcuta, 1821).  

La Segunda República venezolana también resultó efímera, por más que Bolívar recurriera a una franca dictadura militar para defenderla. Cayó en medio de rivalidades regionalistas y críticas legalistas, además de las tensiones de clase y raciales que atizaban los jefes realistas. Los republicanos habían proclamado la igualdad jurídica de las razas desde la Primera República, pero no habían tocado la institución de la esclavitud y eran casi todos ellos miembros de alta clase criolla, cuyos intereses económicos y sociales no siempre se identificaban con los de las masas venezolanas.


Anónimo. Simón Bolívar. Papel sobre papel. 0,4 x 0,33.
(Haití, 1815)
A mediados de 1814, por consiguiente, Bolívar se encontraba otra vez en Nueva Granada, aunque no por mucho tiempo, ya que le incomodaban las luchas intestinas de los patriotas granadinos y preveía claramente que la desunión allanaría el camino al Pacificador Pablo Morillo. Partió Bolívar a Antillas, donde redactó uno de sus documentos clásicos, la Carta de Jamaica de septiembre de 1815, en que con prosa de gran originalidad y lucidez analizó el pasado y futuro de la América Española y proclamó su fe inquebrantable en la victoria. En seguida hizo demostración práctica de esa fe obteniendo del gobierno de Haití el apoyo para una expedición a Venezuela, y luego para otra más cuando la primera fracasó. Hacia fines de 1816 regresó definitivamente a Suramérica, donde se dedicó a crear una base de operadores en la cuenca del Orinoco y también a dotar a la causa patriota de un mayor sabor popular, por no decir populista, proclamando la abolición de la esclavitud y ofreciéndoles a los veteranos de guerra una repartición de bienes de los enemigos. De mucha importancia fue la colaboración que recibió del jefe nato de los llaneros, José Antonio Páez, quien había consolidado un reducto patriota en el Apure.


Bolívar tuvo poco éxito frente a la infantería de Morillo en los Andes venezolanos. Pero a mediados de 1819 abandonó su intento de liberar a Caracas y dio un vuelco estratégico de gran alcance, emprendiendo la campaña a través de los llanos hasta subir los Andes y apoderarse del centro mismo del Nuevo Reino. Para ello renovó su estrecho contacto con los patriotas granadinos, en especial con Francisco de Paula Santander, quien después de organizar una base política y militar en los llanos de Casanare comandó la división de vanguardia del ejército libertador. 


Por su breve duración y corto número de combatientes, la batalla de Boyacá, que coronó la campaña, no parecería sino una pequeña escaramuza. Sin embargo, en sus consecuencias directas e indirectas fue la más decisiva de las victorias de Bolívar, porque abrió el camino de Bogotá, ocupado días después sin mayor resistencia, y aseguró el control de un territorio densamente poblado del que podía extraer reclutas y recursos materiales. Si hasta la víspera de Boyacá la suerte de la guerra había resultado incierta habiendo perdido Bolívar casi tantas batallas como ganó- ya no volvería a perder sino por excepción.


El balance de moral e ímpetu político y militar había revertido a favor de los patriotas, quienes registrarían una victoria tras otra a medida que llevaban la lucha hasta la costa de Nueva Granada, a Venezuela otra vez, y más tarde al Ecuador y Perú hasta la victoria final de Ayacucho en diciembre de 1824.



Espada del Perú, en oro, que perteneció al libertador Bolívar
 (donada por Sucre en 1826)
Museo Nacional de Colombia.




Esta unión respondió al anhelo de Bolívar de crear en la América antes española, no una sola nación fue desde su Carta de Jamaica reconocía como cosa inmanejable, pero sí unos Estados más grandes y fuertes que los que a la larga surgieron. Anhelaba también que los nuevos Estados establecieran por lo menos una estrecha alianza entre sí, para lo cual promovió tratados de cooperación fraternal y la reunión del Congreso de Panamá de 1826, que de acuerdo con su plan habría sido un encuentro sólo de ex colonias españolas. La cancillería colombiana invitó también al Brasil y Estados Unidos, mas en la práctica no participaron sino hispanoamericanos -y no todos ellos-, así que el Congreso tuvo significación más bien como precedente para el futuro, que como un paso real hacia la unidad latinoamericana. Tampoco resultó viable en época de Bolívar la unión colombiana (o grancolombiana, como la bautizaron retrospectivamente los historiadores). 


Paradójicamente, el mayor escollo para la preservación de la unión fue la misma patria chica del Libertador, Caracas, que en última instancia no aceptaba supeditarse a la lejana y friolenta Bogotá. La desafección venezolana se hizo sentir por primera vez en la rebelión de Páez de 1826, que fue el primer reto político enfrentado por Bolívar al regresar del Perú. Llegó a un arreglo con Páez, que no duró, y a fines de 1829 éste encabezaba un nuevo movimiento autonomista que desembocó en la separación de Venezuela y en la prohibición de que Bolívar volviera a territorio venezolano.

Oleo de A. Meucci (c. 1830) - Museo Nacional de Bogotá
La Nueva Granada se convirtió así en última morada del Libertador. Murió el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta, camino del exilio, que fue voluntario, por más que muchos granadinos hubiesen deseado que partiera. Sus enemigos principales eran los aliados políticos de Santander, quien había sido colaborador eficaz como vicepresidente de Colombia mientras Bolívar estaba ausente de Bogotá.

Antonio Meucci. Simón Bolívar. Miniatura sobre marfil 0,102 x 0,087.
(Cartagena, 1830)
La ruptura posterior con Santander y los suyos se debió, entre otros, a factores de rivalidad personal, pero en el fondo   existía también un desacuerdo político.  Santander   propugnaba   un  republicanismo liberal de corte   convencional  y  además  estaba  identificado  con la obra de  su  administración  vicepresidencial, marcada por un moderado reformismo en política eclesiástica, hacendaria y otros campos, que le había acarreado la oposición de muchos afectados. Bolívar creía que algunas medidas, justificables en sí, habían sido prematuras, ya que el objetivo prioritario debía ser la cimentación de un orden estable; y para este efecto su "panacea" (como él mismo la denominaba) era el esquema de Constitución que redactó para Bolivia, cuyo rasgo notorio era un presidente vitalicio con facultad de nombrar sucesor.

No  carecía de otras disposiciones  eminentemente liberales,  pero  la  presidencia  boliviana era de  hecho  una monarquía  disfrazada y  como  tal no era del agrado de los santanderistas. Estos se convencieron de que Bolívar tenía en mente establecer una dictadura, y su  tenaz  oposición  al  Libertador  fortaleció  su convicción de  que  en realidad no había otra manera de afirmar el orden  público. No fue una dictadura cruenta sino a partir del intento frustrado de asesinar a Bolívar en septiembre de 1828, cuando se desató una racha de ejecuciones y exilios, incluso  el  destierro de Santander. Pero fue una dictadura políticamente reaccionaria,  sostenida  por militares, clero y sectores aristocráticos, mientras que derogaba buena parte de la legislación reformista.   Bolívar había diagnosticado certeramente los problemas no sólo de Colombia sino de Latinoamérica, y hacía hincapié en la necesidad de  elaborar  instituciones  acordes  con la índole de las nuevas naciones,  en vez  de  tomarlas  prestadas  de modelos foráneos,  a  pesar  de  las  bondades  intrínsecas de éstos. 

Fuente: Casa de Nariño. Autor: Ricardo Acevedo Bernal (1867-1930).
Sus análisis fueron casi siempre geniales.  No lo fueron, desafortunadamente, las soluciones concretas (tipo Constitución boliviana) que él propuso. Sin embargo, había creado naciones y proclamado  ideales de libertad personal y solidaridad latinoamericana que serían banderas de lucha en lo venidero. Si no logró todo lo que anhelaba, tampoco lo pudieron los demás libertadores, ninguno de los cuales intentó tanto como él.







ICONOGRAFÍA 




Anónimo. Simón Bolívar. Miniatura sobre marfil, 0,118 x 0,09. ca.1832.


Antonio Meucci. Simón Bolívar. Miniatura sobre marfil 0,102 x 0,087.Cartagena, 1830


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.


David Bushnell. (1991)  SIMÓN BOLÍVAR, Una síntesis del Libertador. Bogota, Colombia.

-FRANK, WALDO. El nacimiento de un mundo. La Habana, Instituto del Libro, 1967.

-Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.

-LIÉVANO AGUIRRE, INDALECIO. Bolívar. México, EDIAPSA, 1956.

-MADARIAGA, SALVADOR DE. Bolívar. Madrid, Espasa Calpe, 1979.


-O'LEARLY, DANIEL FLORENCIO. Narración. Caracas, Imprenta Nacional, 1952.


-PERU DE LACROIX, LUIS. Diario de Bucaramanga. Madrid, Editorial América, 1924.